Cornualles – condado inglés situado en el extremo suroeste de la isla – invita a vivir al aire libre. Su innata belleza natural atrae a visitantes que buscan disfrutar de paseos, baños en el mar y, en definitiva, respirar aire puro. Añade a eso una serie de encantadores pueblos costeros y tendrás un destino turístico de primera calidad. Además, desconocido.
Para los senderistas, hay caramelos como el South West Coast Path o los acantilados de Bedruthan, pero siempre hay gente que quiere un poco más de actividad y adrenalina. Si eres uno de ellos, no te preocupes, pues en la costa de Cornualles también podrás realizar actividades como navegar en barco, remar en kayak, cabalgar las olas en una tabla de surf o vadear la costa equipado tan solo con un traje de neopreno, escarpines y casco. A esta última actividad – que dicen que se inventó muy cerca de aquí, en Gales – se le dio el nombre inglés de “coasteering” (en español se podría traducir por algo así como “costear”, pero las agencias de aventura que ofrecen la actividad en España utilizan su nombre en inglés).
Yo viajé a la zona a mediados de octubre y, aunque es cierto que no es el mejor momento del año para hacer actividades al aire libre en Cornualles, al menos tuve algo de suerte con el tiempo y tanto el senderismo como el coasteering lo disfruté bajo el sol. El surf ya fue otra historia, pero no puedes pedir peras al olmo y hay que amoldarse al clima sin dejar de hacer las cosas que te apetecen (algo que aprendí cuando viví en Dublín).
Practicando el surf en St Ives, Cornualles
Un día gris y frío no parece el mejor reclamo para surfear olas en el suroeste de Inglaterra. Sin embargo, hacía tanto tiempo que no practicaba el surf que ese día me levanté emocionado al saber que volvería a coger una tabla. Cuando salí a recorrer las calles de St Ives en un tour de 2 horas, comencé a cambiar de opinión.
El frío de St Ives es del tipo que tenemos en Alicante (los pocos días que decide asomar la cabeza) o Dublín. De ese húmedo que cala hasta los huesos.
Entré en calor tras la visita a la Tate Gallery y de allí salí directo a la playa que se encontraba justo enfrente, Porthmeor Beach. En ella se encuentran las instalaciones de la Escuela de Surf de St Ives (St Ives Surf School). Tras los saludos y presentaciones de rigor, me midieron a ojo, me alcanzaron un traje de neopreno y me indicaron dónde se encontraban los vestuarios.
Me embutí en el traje y salí ansioso por coger mi tabla y ponerme a hacer el burro en el mar (emplear el término “surfear” quizás quede algo grande en mi caso). Sin embargo, amigos, primero hay que atender a las clases teóricas y, aunque el gran Giacomo – un inglés con sangre italiana – era un maestro en la simpatía y el surf, lo cierto es que, con el frío que hacía allí, la teoría se me hizo muy larga. Además, conocía todo lo que estaba explicando, pero mi nivel sobre la tabla era tal que solo me podía colocar entre principiantes e intermedios, así que elegí, para estar seguro de no ser el patito feo del grupo, la clase de los novatos.
Tras unos 20 minutos de explicaciones, por fin entramos al agua. Estaba helada. Los primeros segundos en ella fueron duros, pero en cuanto empecé a moverme, ya no sentía nada. La mayoría de veces que he probado el surf ha sido en playas del norte de España, luego tampoco me sorprendió mucho este comienzo.
Hacer surf me encanta. Al haber nacido en la costa, el simple hecho de estar en contacto con el agua del mar ya me alegra el corazón. Después, cuando consigues ponerte de pie en la tabla y coger una ola, por pequeña que sea, ya no cabes en ti de alegría. Es una sensación espectacular. O al menos así me pareció a mí la primera vez que llegué a aprovechar una ola decente. Fue en Tenerife, y no pude parar de gritar de alegría hasta que la ola casi me sacó a la orilla.
La bella playa de Porthmeor nada tiene que ver con las de Tenerife o Lanzarote, pero sí tenía cierto parecido con Somo, donde cogí una tabla por primera vez.
Es una de las playas urbanas de la localidad de St Ives y su aspecto muda con el nivel de la marea.
Ese día, el mar no era nada propicio para la práctica del sur. Las olas venían muy seguidas y unas molestaban a las otras, haciendo complicado poder cogerlas. No es lo habitual, pues este “spot” (como se llama en el argot surfista a los puntos donde se puede practicar el deporte) es de los mejores del sur de Inglaterra para iniciarte en el surf.
Estuve una hora dentro del agua y disfruté muchísimo, aunque no cogiera muchas olas.
Además, los chicos de la Escuela de Surf de St Ives son unos grandes profesionales y mis compañeros de curso – una familia con 3 hijos pequeños y una chica de unos 45 años – consiguieron ponerse de pie sobre la tabla en su primera clase. Aunque no duraran más de medio segundo así.
La Escuela de Surf de St Ives también da clases de SUP (Stand Up Paddle) y organiza actividades de kayaking por la bella costa accidentada, coasteering y campamentos de surf. Yo realicé un campamento de surf en Lanzarote y reconozco que es la mejor manera de aprender surf en una semana. En Lanzarote tuve 5 días de curso, con 5 horas al día. En 25 horas de clase, ya sales sabiendo un poquito.
En la Escuela de Surf de St Ives, tienen paquetes de cursos de 3 o 5 días, en los que te incluyen clases y alojamiento en un buen hostel del pueblo, el Cohort Hostel. Si dispones de tiempo y realmente quieres aprender a surfear, te aconsejaría uno de estos cursos intensivos.
Si no, siempre puedes tomar una o dos clases, saber lo que es y dedicarte a recorrer la preciosa costa de Cornualles el resto de días. Se trata de una zona desconocida. Una joya escondida del turismo de masas. De esos lugares que uno disfruta solo para él.
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