martes, 28 de febrero de 2017

Etiquetas viajeras

Nos encontramos en una época en la que nos gusta tanto etiquetar las cosas y los comportamientos que hasta el amigo Mark Zuckerberg se decidió a permitir que la gente pudiera etiquetar a cualquiera de sus amigos en las fotos y eventos que cuelgan en Facebook. Bueno, quizás sea otro tipo de etiqueta… O quizás no.

A mí, personalmente, las redes sociales me tienen hasta los mismísimos y, aunque esta declaración es un auténtico disparo en el pie para alguien que trabaja en el mundo online, la puedo hacer sin problemas ni tapujos, porque para eso hace 10 años que escribo en este blog con mis amigos.

Las redes sociales son el bulo del siglo XXI.

Aunque reconozco que es un medio útil para algunas cosas (difundir noticias, estar en contacto con amigos o familiares lejanos, seguir a personas a las que admiras…), mucha gente las utiliza para vanagloriarse de lo cool que son ellos y las vidas que llevan.

Muchas veces, en los distintos ámbitos profesionales y personales, se utilizan para proyectar la imagen que uno modela a su antojo (que suele andar bastante alejada de la real) y hacer la pelota al personal sin remordimiento alguno. Los “me gustas”, “retuits”, “favoritos” y demás, se convierten en moneda de cambio del ego del personal. Vales lo que te quieren tus “amigos” online. Ni más ni menos.

Las mochilas de un viajero

 

Y entonces, estás etiquetado. De una manera u otra, el mundo online te va a etiquetar como a una camisa del imperio de Amancio Ortega, aunque tú no hayas sido fabricado en Asia… Bueno, digo yo.

El mundo de los viajes, obviamente, no se libra en absoluto de este tema. Cuando uno carga con su mochila (o maleta) llena de ilusiones, parece que tiene que contestar a una serie de preguntas que determinarán su perfil viajero, quedando, por tanto, etiquetado en alguna categoría.

Además, esa etiquetación inmisericorde dependerá en gran medida de las cosas que vaya posteando en las redes sociales. De hecho, si no posteas, parecerá que ni siquiera has viajado. Así de triste es, amigos. Al menos para mí.

Pues puestos a etiquetar, me he sacado de la manga algunas típicas comparaciones dicotómicas de viajeros en la ruta. Algunas me dan mucha risa, otras las veo más normales.

Venga, ¡al tajo!

Turista v Viajero

Empiezo haciendo sangre.

A la gente le encanta esto. El otro día, una chica que vi en una red social profesional se definía como “Ante todo viajera, NO TURISTA”. Vaya, perdone usted señorita, nunca quise insultarla.

¿Tú te indignas cuando te dicen que si te gusta hacer turismo? Vale, pues eres un (o una, en este caso) auténtico pedante.

El tema es que hay algunos matices entre ambos términos. Por supuesto. Pero a mí no me importa que me califiquen de uno u otro. No hay un mejor ni peor en esto.

Mucha gente se piensa que por dormir en una tienda de campaña en un poblado local y pasar un mes recorriendo el país en transporte público y comiendo el mismo plato de arroz que ellos, es una especie de superviajero que merece las reverencias del resto de los mortales que se han ido de vacaciones. ¡Qué pereza! Cósete una “S” – como la de Superman – en la mochila, no sea que alguien te vaya a llamar turista y tenga kriptonita a mano.

A ver, si te has quedado a vivir unos meses o años en un país totalmente diferente, entonces no te preocupes, que la “S” se te grabará en la piel sola. No hay necesidad de pregonar a los cuatro vientos lo que molas por haber recorrido Asia 4 meses (parando 10 días máximo en un mismo sitio).

Tecnológico v Tradicional

trabajo de viaje

Oludeniz, Turquía

Aquí sí que hay una diferencia vital y muy notable.

Hay una gran cantidad de personas que viajan por el mundo en un completo anonimato. Aventureros que, muy probablemente, nos den mil patadas a todos los que inundamos las redes sociales con fotos de lugares espectaculares y momentos reflexivos en los que mostramos al mundo lo profundos que somos.

Entre los dos extremos (el que se pierde casi todo porque lo está colgando, en ese mismo momento, en sus 347 perfiles distintos; y el que no sabe lo que significan las siglas www) hay toda una gama de grises de lo más variada.

Yo me encuentro entre esos grises. Cuando viajo por trabajo, debo ser – y soy – activo en redes, pero cuando lo hago por mi cuenta, sólo doy noticias muy esporádicamente, más que nada para que mis seres queridos sepan que estoy bien. Ya habrá tiempo, a la vuelta, de ordenar fotos y recuerdos.

Preparado v ASM (A Salto de Mata)

Otro clásico.

Hay gente que antes de viajar realiza una planificación que muchos científicos de la NASA habrían querido para evitar desastres como el del Challenger.

Todo está calculado al milímetro y su objetivo es que las cosas salgan como pregonaba el gran John “Hannibal” Smith del Equipo A con su mítica frase: “Me encantan que los planes salgan bien”.

A salto de mata es el otro extremo. Un tío – o tía – se planta en el aeropuerto con su mochila o maleta y un billete en la mano. A partir de ahí, es todo un misterio tan grande como el de las líneas de Nazca o el de qué le ven las tías a Kiko Rivera.

Me sigo mojando y digo que  me encuentro mucho más cerca del grupo ASM.

OMG v It’s OK…

Esta dicotomía la defino como el “Oh-Myyy-Gooooddddd!” (no puedo evitar que acuda a mi mente la imagen de Janice, la muchacha que en Friends fue detrás de Chandler durante varias temporadas) versus el “It´s ok…”… Se trata, más o menos, de comparar a la viajera que se sorprende con todo a lo bestia con la que ante, pongamos, las Cataratas de Iguazú sólo es capaz de decir: “Aquí sed no pasarán, ¿no?”.

De nuevo, aquí también hay un gran número de puntos intermedios. De hecho, grandes exponentes del grupo de OMG, con el tiempo, pueden ir trasladándose hacia el lado “It´s ok…”, por aquello de que el ser humano tiende a sorprenderse menos cuanto más conoce.

Ciertamente, me parece más bonito andar cerca del OMG, pero sin llegar a ser Janice o una típica americana que parece extasiada ante cosas tan simples como el nuevo iPhone.

Fiestero v Tranquilo

En las noches de Vilanculos, además de estrellas también tuvimos fiesta

Y con la Iglesia hemos topado.

Cualquiera que me conozca un poco ya debe saber cerca de cuál de estos dos extremos me sitúo.  A estas alturas de mi vida, salvo a Hacienda, ya aspiro a engañar a pocos.

No sé, soy de los que piensa que para conocer bien un pueblo, una ciudad, una cultura o un país, también hay que vivir su noche. Quizás sea simplemente una forma de auto-convencerme para ver normal que me guste más una noche de farra en un país extranjero que una trufa con chocolate de las que hace mi hermana o mi tío (no las habéis probado… OMG!), pero bueno, ahí lo dejo.

Los hay que son muy responsables y nunca se acostarán tarde antes de un trekking o un traslado largo en autobús… Y bueno, todo es muy respetable y sano. Unas cosas más que otras, pero no siempre lo que es sano para el recuerdo lo es para la salud.

Además, el deporte me encanta y voy contrarrestando.

Urbanita v Nature Lover

Otra dicotomía que se está asentando mucho durante los últimos tiempos.

Hace un siglo, la gente que viajaba casi siempre lo hacía por lugares donde la naturaleza era la dueña y señora. Sin embargo, con el boom industrial y urbanístico que ha sufrido el planeta, ha surgido una nueva y potente raza de viajeros urbanitas.

Yo me considero mucho más cerca del Nature Lover que del Urbanita, pero, de nuevo, hay una gran gama de grises en esto.

Aunque idílica e ideológicamente me halle más cerca de Alex Supertramp (o McCandless, como prefiráis) – protagonista de la gran película Into The Wild (Hacia Rutas Salvajes), de Sean Penn -, lo cierto es que no me veo capacitado para vivir tanto tiempo rehuyendo de la civilización y perdido en la Madre Naturaleza. Y me gustaría ser capaz, pero imagino que uno va absorbiendo cosas y comportamientos desde pequeño y al final se forja una personalidad que,  a partir de determinada edad, es difícil cambiar.

Y bueno, seguro que hay muchas modalidades más que podría incluir, pero por hoy ya está bien. Me he quedado bien a gusto con uno de esos artículos que disfruto escribiendo y para los que, últimamente, encuentro poco tiempo.

 

Y tú, ¿en qué etiqueta te encuentras? (Realmente… ¿Es necesario?)

¡Larga vida al viajero! (¡O turista!)

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