Escondidos entre la belleza imperial de una Córdoba eterna, se encuentran unos patios que callan los secretos más importantes de los habitantes efímeros que han paseado sobre sus suelos de piedra. En ellos han vivido familias romanas, árabes y cristianas. Cada una con sus alegrías, sus penas, sus romances, sus desamores, sus abrazos y sus lágrimas… Lágrimas que se filtran del suelo a las paredes y parecen regar las flores de las macetas que hoy en día trepan por los muros de las antiguas casas, compitiendo por ser la más bella entre las bellas. Una competición que la UNESCO decidió
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