Entramos con una total incertidumbre de lo que nos esperaría en Michoacán. Esto me emocionaba bastante. En Jalisco habíamos recuperado un buen ritmo de pedaleo y nos disponíamos a darle duro hasta llegar a Morelia donde nos esperaba una amiga mía que tenía 7 años sin ver.
La otra razón por la cual quería quemar muchas calorías era por la comida. Carnitas, nieves, paletas, dulces y frutas frescas estaban entre la lista de manjares que comeríamos regularmente como nuestra gasolina.
Entramos a Michoacán por La Barca, Jalisco. Cruzamos un pequeño puente sobre un lago y nos encontrábamos en Michoacán. La carretera estaba en buenas condiciones y la gente manejaba con tranquilidad. A la altura de un pueblo llamado Ixtlán de los Hervores me comí mi primer taco de carnitas. En ese momento supe que todo iba a estar de lujo en Michoacán.
El color que predominaba el paisaje era el verde debido a los abundantes bosque por el que pedaleábamos. Estábamos en épocas de lluvia así que teníamos la suerte de ver todo el verde que no vimos en Baja California. Decidimos tomar unas calles pequeñas que corrían paralelas a la carretera 35 dirección Zamora. Nos encantó.
Me sorprendió ver mucha gente en bici, muchos de ellos campesinos que transportaban comida o insumos para mantener a su ganado. Cada vez que cruzábamos camino con un ciclista nos saludábamos. Es como un código que tenemos los ciclistas viajeros.
Esa noche dormimos en Zamora, Michoacán en casa de Anahí, Edith y Judith, tres amigas que conocimos a través de internet en el sitio llamado Duchas Calientes (Warmshowers) un sitio web de hospitalidad gratuita para ciclo-viajeros en la que cualquier persona se puede inscribir de manera gratuita.
Planes que siempre cambian
Al siguiente día teníamos grandes planes, queríamos avanzar hasta San Pedro, Tacaro. Sería un día largo, pero Michoacán tenía otros planes para nosotros. Salimos temprano de Zamora con la idea de avanzar varios kilómetros.
A tan sólo 15 km desde nuestra salida, Michoacán y su gente nos hicieron ver que pedalear rápido por este estado sería un verdadero pecado. Me paré para comprar un agua de coco. Annika se paró en el puesto de frutas. Cuando regresé a verla ya estaba comiendo un taco de nopal con frijoles en tortilla recién hecha que Doña Merced le obsequio a Annika. A los pocos minutos estábamos ahí con su esposo Don José sentados en la banqueta comiendo tacos, fruta y tomando una crema de coco.
Don José nos recomendó visitar el Lago de Camécuaro a tan sólo 3 km de donde estábamos. Seguimos su consejo. Encontramos un pedacito de cielo, agua azul cristalina, árboles frondosos y aire puro y limpio. Creo que me hubiera sentido muy mal al saber que quizás no lo hubieramos visto por tener una prisa inexistente. Este es un verdadero lugar especial que en cualquier otro país sería uno de sus principales atractivos turísticos que presumirían en el mundo.
Nos tomamos varias fotos. Acariciamos el agua varias veces y nos quedamos varios minutos admirando la belleza del lugar desde una banquita a la orilla del lago. Por un momento sentí que me quería quedar ahí toda la vida.
Una media hora más tarde Alex, un señor alegre y bromista vestido en ropa tradicional Purépecha se nos acercó con curiosidad para preguntarnos de dónde veníamos. Quince minutos más tarde nos invitó a quedarnos a dormir esa noche en su hogar. Aceptamos inmediatamente.
Dejamos con renuencia el lago, nos hubiéramos quedado pero el día estaba hermoso y queríamos llegar con Alex esa noche. El resto del camino lo pedaleamos con mucha tranquilidad. Sobre todo al saber que esa noche dormiríamos adentro de una casa.
Caminos de Michoacán
Michoacán es verdaderamente hermoso. Con sus colinas, sus campos de cultivo, sus ríos y sus pequeños pueblos hacían de nuestro trayecto un deleite total aunque el clima no fuera de lo mejor. En una subida la lluvia no nos perdonó. Llovió bastante fuerte durante 5 minutos, tanto que hasta las gotas dolían al caer.
Logramos llegar a una tiendita donde pudimos cambiarnos los calcetines y las playeras mojadas. Los locales se nos acercaron, todos curiosos y todos con disposición de ayudar. Bebimos un par de refrescos y observamos a los niños jugar con el luchador de sumo de la bicicleta. La figura de mi bicicleta era la sensación.
Llegamos a Zacapu bastante temprano. Alex nos recogió en la entrada de la ciudad y puso nuestras bicis en su camioneta. Nos llevó a su jardín y a visitar el Parque Ecológico la Angostura, lamentablemente ya estaba cerrado pero lo pudimos ver desde la entrada. El parque es un manantial de agua natural que cuenta con asadores, área infantil, y una alberca natural.
De ahí nos llevó a cenar a un restaurante alemán operado por Martín, quien también es de Alemania. Annika comió uno de sus platillos favoritos alemanes, una milanesa de puerco, en Zacapu, Michoacán. ¡Quién lo iba a pensar! Martin nos platicó que llevaba más de 20 felices años viviendo en esta localidad michoacana.
Alex nos llevó a su casa justo en el centro de la ciudad. Una casa vieja, hermosa que antes le pertenecía a sus papás. Conocimos a su esposa y a su hijo que ese día se había accidentado en su bicicleta.
Dormí como un bebé. Emocionado por saber que al otro día seguiríamos pedaleando por Michoacán...
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