Brasil es un país inmenso lleno de contrastes de todo tipo: culturales, paisajísticos y socio-económicos. Lo he visitado en un par de ocasiones y siempre lo he pasado genial pero es cierto que hay una desigualdad palpable en el ambiente que, como consecuencia de la burbuja económica que ha supuesto el boom inmobiliario (ayudado por el Mundial y los Juegos Olímpicos), ha abierto aún más la brecha entre ricos y pobres. Lo que sí es cierto es que los brasileños se encuentran entre las gentes más alegres que he conocido en mis viajes. No es un mito ni una leyenda: los brasileños viven la vida de otra manera que, a mi juicio, es mejor que la que solemos emplear por Europa.
Sin embargo, São Paulo no se puede considerar precisamente una ciudad alegre. Dicen los brasileños que aquí se trabaja y en Río de Janeiro se divierten. No les falta nada de razón.
São Paulo es un auténtico monstruo de cemento y asfalto donde el gran parque de Ibirapuera intenta, sin lograrlo, darle algo de aire limpio a la megaurbe.
Cuando llega el fin de semana o las vacaciones, los paulistas huyen de la ciudad en busca de las poblaciones de costa. Una de ellas es São Sebastião.
Aunque esta ciudad posee un bonito centro histórico, el mayor atractivo para los turistas reside en las playas, entre las que se encuentra la de Maresias.
Cómo llegar a Maresias
Para llegar a Maresias por carretera la mejor manera es alquilar un coche. Sin embargo, te saldrá más barato comprar un billete de autobús. Yo viajé en un autobús de la empresa Litorânea, que partió de la terminal Tietê. El trayecto puede llevar entre 3 horas y media y 5 horas, dependiendo del tráfico que encuentres a la salida de Sâo Paulo.
En mi caso, el viaje duró cuatro horas y debo reconocer que es un trayecto entretenido, pasando por zonas de bosque de mata atlántica (un hábitat prácticamente extinguido) justo antes de descender a la zona de Maresias.
Playa de Maresias
Llegamos al pequeño pueblo que hay junto a la playa de Maresias y fuimos directos a dejar nuestras cosas a la posada que habíamos reservado, perteneciente a la cadena de Youth Hostel International. Era uno de los lugares más baratos que pudimos encontrar. Y es que Maresias es bastante caro.
Aprovechando que aún quedaban unas horas de sol, nos pusimos los bañadores y bajamos a la playa de Maresias.
Nos encontramos con una alargada franja de arena blanca, de unos 5 km, y acotada por montículos totalmente cubiertos de verde. A pesar de ser una de las playas más famosas del estado de Sâo Paulo, Maresias sigue conservando un aire a naturaleza que me gustó mucho.
Al meterme por primera vez en las aguas del Atlántico que bañan Maresias me dí cuenta de que no es una playa muy apta para el baño. Es de las típicas que tienen un escalón de arena nada más entrar y te cubre el cuerpo entero a escasos metros de la orilla. Quizá esa sea una de las razones por las que no vi muchas familias con niños en Maresias.
Gente joven, fiesta y surf
Ya sea por las aguas profundas o por las buenas olas, Maresias es famosa, sobre todo, entre el público más joven. Surfistas de todo el país (y de muchos otros) vienen a esta playa del norte del estado de Sâo Paulo a disfrutar del deporte que más les gusta. El entorno natural es inmejorable para la práctica del surf.
Como en aquella época aún no había probado el arte de cabalgar las olas, me limité a observar desde la orilla como los brasileños hacían malabarismos como si la cosa resultara de lo más fácil.
Y como suele pasar en los lugares en los que se juntan surfistas, la noche de Maresias también tiene mucho que ofrecer.
Habíamos llegado un viernes y, tras disfutar del atardecer en la playa, fuimos a darnos una ducha para después salir a cenar algo.
Las callejuelas del pueblo, que parecían medio adormecidas cuando lleguamos a primera hora de la tarde, rebosaban ahora de vida. Grupos de jóvenes iban de un lado para otro, conversando en voz alta y tono alegre. También las parejas iban en busca de algún restaurante donde comenzar una noche que no sabían cuándo terminaría.
Encontramos un buen restaurante de rodizio y no nos marchamos de allí hasta que hube probado todos los tipos de carne que tenían. Ya sabéis que es fundamental hacer una buena base en el estómago si piensas que la cosa va a terminar con unas copas, mojitos o caipirinhas.
En las misma calle en la que cenamos, encontramos varios puestos callejeros que tenían altavoces y donde los jóvenes compraban bebida barata. Otros pubs bastante más cool también estaban llenos a rebosar.
Aunque nosotros no acabamos la noche allí, la discoteca más famosa de Maresias (y una de las más populares del estado) es Sirena. Tanto la entrada como las bebidas son realmente caras pero si decides hacer el esfuerzo económico te verás recompensado cuando te encuentres rodeado de la gente más guapa de Brasil. La fiesta dura hasta la mañana siguiente.
Alrededores de Maresias
La playa, la fiesta y el surf no es lo único que te puede retener en Maresias.
Las verdes montañas que rodean a este pequeño pueblo ofrecen una vasta red de senderos que profundizan en los bosques de mata atlántica, jalonados de ríos, cascadas y miradores. Por aquí anduvimos algún día, queriendo disfrutar al máximo de la naturaleza a costa de dejar un poco de lado el tema monumental.
Si también queréis disfrutar de la herencia colonial brasileña, tomad un autobús y acercaos a la cercana Sâo Sebastiâo.
Y es que en Maresias puedes encontrar un poco de todo.
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