Cuenta la leyenda que, hace mucho tiempo, en Cataluña habitaba un dragón que tenía atemorizados a todos sus habitantes. El hambriento y despiadado dragón solía sobrevolar las pequeñas poblaciones aniquilando su ganado e incluso, en ocasiones, devorando algún niño que se cruzaba por su camino. Nada ni nadie era capaz de enfrentarse a él; no existía forma de terminar con tanta miseria.
Los animales fueron desapareciendo bajo las zarpas del feroz y desalmado dragón, hasta tal punto que no hubo más forma de satisfacer los deseos de la bestia y los sacrificios humanos tuvieron que ser planteados.
De tal modo que el Rey no tuvo más opción que convocar al pueblo para realizar un sorteo en el que todos, nobles y vasallos por igual, se irían sacrificando uno a uno para mantener estabilizado el apetito del dragón.
Llegó la hora del sorteo y, para sorpresa de todos, la primera persona en ser sacrificada debía ser la princesa de Catalunya, la hija del Rey. Su majestad el Rey, un hombre justo con su pueblo, triste y desolado, oredenó que llevaran a la princesa al lugar donde debía ser entregada al dragón. La princesa, asustada, no protestó y aceptó que el sacrificio era necesario por el bien de su amado reino. El pueblo lloraba desconsolado viendo partir a uno de los seres más queridos del reinado, indefensa, triste, aterrorizada.
Llegó la hora, no parecía existir vuelta atrás, el dragón afilaba sus colmillos, la presa estaba dispuesta y preparada. Pero en aquél momento, en el horizonte, apareció un jinete montado en un precioso caballo, que se dirigía raudo y veloz al lugar donde el dragón iba a llevar a cabo el mayor sacrificio que se recordaba en el reinado.
Era el caballero Jordi, un valiente e intrépido guerrero llegado de las tierras del Norte, dispuesto a luchar contra el dragón y liberar a la princesa de sus zarpas. La batalla fue cruel y encarnizada, pero finalmente Jordi, con su lanza, logró llegar al corazón del dragón, que murió desangrado.
Cuentan que de la sangre del dragón creció un rosal, y que Jordi se acercó a él, arrancó una rosa, y se la regaló a la princesa, que libre y emocinada, se entregó a los brazos del bravo guerrero que acababa de salavarla a ella y a su amado pueblo.
Pasados los años, la princesa dejó plasmadas sus memorias en un libro que fue pasando de mano en mano, de generación en generación, hasta nuestros días, en los que seguimos recordando esta historia, una historia de valentía, coraje y solidaridad, una historia de amor, la historia de Sant Jordi.
Hoy, 23 de Abril, todos recordamos a nuestro heroe Sant Jordi, y en su honor las damas regalan un libro a sus estimados hombres y los caballeros regalan una rosa a sus queridas mujeres.
Feliz día de Sant Jordi.
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