A tan solo dos horas y media de la Ciudad de México, en el estado de Hidalgo, se halla un increíble capricho de la naturaleza aún poco explorado. Tras un par de horas de paisaje semidesértico, pencas de nopales por doquier, burros y puestos de pastes llegamos a nuestro destino, las Grutas Xoxafi. Nos refrescamos un poco, nos pusimos el equipo y ¡a explorar!
Estaba un poco nerviosa por mi ligero, casi imperceptible, temor a la oscuridad y a los bichos, pero al mismo tiempo entusiasmada por el asombro infinito que desde niña me provoca contemplar la majestuosidad de la creación. A penas se llega a la entrada de la gruta, la atmósfera cambia totalmente; el calor árido de la superficie desaparece y el hálito de la Tierra llega desde sus entrañas en forma de viento frío con olor a azufre.
Comenzó el recorrido y los nervios aumentaron. El momento más inquietante fue al principio, pues hubo que arrastrarse para poder pasar por los orificios que alguna vez esculpió el paso del agua. El espacio era muy reducido y avanzar se volvió dificultoso. Lo más importante era mantener la calma y seguir las instrucciones del guía, porque la vulnerabilidad estaba desbordada; acostados boca arriba, con exiguos centímetros entre las paredes de la gruta y el cuerpo, nos deslizamos por aquel laberinto lóbrego, era como estar atrapado en una catacumba.
Seguían 40 metros de descenso a rapel. Me di cuenta cómo mis sentidos se agudizaron, estaba tranquila pero atenta, exhausta y maravillada ante aquel espectáculo. No podría describir la sensación que tenía de saber que estaba en el vientre del planeta. Concluimos la primera parte del recorrido, tomamos un pequeño descanso y el guía nos pidió que apagaremos las linternas de los casos para contemplar la oscuridad y, en medio de un silencio imponente, comenzó a relatar una historia de terror.
Después del susto y entre risas nerviosas, el camino continuó para los más valientes, quedaban 10 metros de caída libre a rappel y el resto era caminar con mucho cuidado por senderos estrechos. Llegamos a 100 metros de profundidad y nos encontramos con que dentro de esta caverna hay una tirolesa, fue como volar en medio de la noche.
Sentí que los latidos de mi corazón eran tan fuertes que harían eco. Con la adrenalina hasta el tope, emprendimos el regreso ahora en ascenso y ya para salir de la gruta tuvimos que pasar por una especie de túnel muy liso llamado “volver a nacer”; había que salir de cabeza y empujarse con los pies, igual que los niños cuando llegan al mundo, y de nuevo vimos la luz del día.
Tips para el viajero
- El recorrido dura tres horas aproximadamente.
- Es importante mantener la calma en todo momento y seguir las instrucciones del guía.
- Lleva zapatos antiderrapantes y ropa cómoda, definitivamente que no sea blanca, pues nunca recuperará su color.
- Antes de llegar haz una parada para desayunar en la carretera, la barbacoa es imperdible.
Geolocation is 23.634501, -102.552784
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