jueves, 18 de mayo de 2017

Tributo a la Sierra: descubriendo la naturaleza de Querétaro y San Luis Potosí

Por fin Esther y yo logramos cuadrar todo un fin de semana para visitar la Sierra Gorda de Querétaro. Ya me había contado mucho sobre cómo se disfruta ahí: el aire puro, el murmullo del agua que llevan los ríos, la tranquilidad, la comida recién hecha de las fondas... Estaba feliz de iniciar este viaje con una periodista ambiental.

Tomamos la carretera a Querétaro y de ahí la desviación a la Peña de Bernal. Los garambullos, los ocotillos, los órganos y las yucas queretanas aparecían junto a una imponente vista de montañas que se solapaban como arrugas de una vieja piel. Nos esperaban paisajes que hubiéramos jurado que no se encontraban en esta zona de México. Llegamos al Mirador de Cuatro Palos después de una serie de paisajes afrodisiacamente verdes.

Esther me había platicado que la Sierra Gorda abarca un tercio del territorio queretano y que tiene una gran cantidad de ecosistemas diferentes que pueden ser visitados gracias a sus múltiples rutas de senderismo. Al llegar al Mirador, pude ver cómo parte de esta Reserva de la Biosfera se extendía ante nosotras. Durante unos segundos, me quedé contemplándola. El semidesierto, uno de los más antiguos de México, descansaba ante nuestros pies mientras las nubes pasaban a toda velocidad encima de nuestras cabezas. Nos esperaba una gran aventura.

Roberto Pedraza / Por el occidente, la mañana se levanta desde los bosques de pinos piñoneros, que ven hacia la árida cuenca del Extoraz y sus matorrales xerófilos.

UN MILAGRO QUE NO SE CUIDA SOLO

Como una niña pequeña, quería pararme cada 10 minutos a ver los paisajes y tomar fotos. Realmente era de cuento de hadas. Nunca hubiera imaginado que tan cerca del semidesierto y de los cactus queretanos existiera algo así.

Detuvimos el coche ante una brecha que nos llamó la atención y comenzamos a caminar. Poco a poco avanzamos hacia los bosques templados donde Esther me había contado que podían verse pinos piñoneros, enebros, cedros y abetos. Y es que la Sierra Gorda es un territorio poco explorado, lleno de secretos por descubrir con respeto y sentido de investigación. La reserva cuenta con numerosos senderos ecoturísticos ideales para tomar fotografías, pero al igual que yo, es importante ir acompañado de un experto.

Roberto Pedraza / Como un gran manto verde, los bosques de coníferas y encinos cubren las partes altas de la sierra, ofreciendo un paisaje neártico.

En la Sierra Gorda todavía habitan pumas, jaguares, jaguarundis, tigrillos, gatos monteses y ocelotes. Y aunque como dice Esther, “Encontrar uno de ellos es como si nos sumergiésemos en una especie tan probable como hallar una aguja en un pajar”, la idea de poder ver, aunque solo fuera por un segundo, a uno de estos animales tan magníficos, hacía que la travesía fuera aún más emocionante.

Tesoros como estos enfrentan numerosas amenazas (el crecimiento poblacional, la tala ilegal y las prácticas agrícolas y ganaderas dañinas) que, desde hace 30 años, se combaten gracias al esfuerzo de Grupo Ecológico Sierra Gorda, una organización de sociedad civil que lucha por salvaguardar esta maravilla natural por medio del desarrollo sustentable de la región.

Desde entonces, ha protegido esta zona y ha introducido innovadores métodos para regenerar la tierra, devolver la salud a los bosques y, al mismo tiempo, desarrollar rutas de turismo sustentable. Hoy se ha convertido en un ejemplo a nivel mundial para combatir el cambio climático. Con una curiosidad inmensa le pedí a Esther si era posible conocer a la fundadora de esta organización, una luchadora incansable por el medio ambiente.

Roberto Pedraza / Las calizas dan forma y elevación a la Sierra Gorda. En este cañón, po run lado se aprecia el plegamiento de las mismas, mientras al otro lado crecen como estalactitas.

DONDE FLORECE LA VIDA

Al llegar a Jalpan de Serra, centro neurálgico de la Sierra Gorda, la vegetación volvió a cambiar y nos internamos en la selva baja. Hacía más calor y todo parecía más seco, pero Esther me explicó que, incluso durante la época de sequía, los árboles son capaces de lograr maravillas. Es entonces cuando muchos de ellos florecen, ofreciendo alimento a varias especies de insectos en un momento crítico del año. Pati nos recibió en su oficina, con la música clásica a todo volumen y una sonrisa de oreja a oreja. Hace más de 30 años decidió dejar atrás la sociedad queretana para descubrir una vida simple en medio de la naturaleza. Durante todos estos años, ella y su familia han vivido de una manera jugosamente feliz al servicio de la comunidad.

“En una actitud de rebeldía familiar, nos venimos a radicar a un bosque de niebla en la Sierra Gorda; una vida de autosuficiencia, de ser muy felices y recuperar valores”, nos contó.

Roberto Pedraza / Como una ventana desde el mirador de Cuatro Palos, el cerro de la Media Luna ofrece al oeste un vistazp al semidesierto queretano de más de 50 millones de años de antigüedad.

Desde entonces, Pati ha puesto todos sus esfuerzos para conservar los recursos naturales de la Sierra Gorda y generar oportunidades económicas para los dueños de la tierra. Las horas pasaban mientras esta mujer con energía incansable nos contaba anécdotas y nos hablaba del amor a la Madre Tierra, del respeto por los recursos naturales, de la necesidad de una mejor educación ambiental en nuestro país…, con sus palabras llegó la medianoche.

 

Al día siguiente tomamos el rumbo hacia la Huasteca Potosina, nuestro destino final era la pequeña comunidad náhuatl de La Trinidad, rodeada de bosques de coníferas y encinos, así como raros bosques de niebla. Nos contaron que allí el tiempo se había detenido hacía ya muchas décadas.

Y efectivamente, así era. En medio de un hermoso valle, unas pocas casas de madera y algunos habitantes nos daban la bienvenida. Las mujeres, muy tímidas, casi no hablaban al principio; los hombres, un poco más. Nos llevaron hasta nuestras cabañas y nos preguntaron a qué hora queríamos la cena. Un auténtico festival de sabores, velas y flores nos esperarían horas más tarde, tras hacer una caminata inolvidable por un bosque de niebla cubierto de orquídeas y bromelias. Nunca había visto algo así. Tan inexplorado, tan bien conservado.

Roberto Pedraza / Las cabañas de La Trinidad, operadas por la comunidad náhuatl, son la mejor opción para explorar y caminar los bosques del Carso Huasteco.

APORTAR UN GRANO DE ARENA

Mientras recorríamos los caminos serranos, integrantes de Sierra Gorda Ecotours, nos contaban algunos de los desafíos más grandes de la región, como la educación ambiental, la minería de mercurio y la caza y tala ilegales. Un sentimiento de impotencia, de querer hacer algo, se apoderó de mí. “¿Cómo puedo ayudar, en la medida de mis posibilidades y desde la distancia?”, me atreví a preguntar.

La opción existe y es más sencilla de lo que parece. Se llama Carbono Biodiverso y es un programa pionero en México para compensar nuestras emisiones de dióxido carbono (CO2 ), esas que generamos con cada cosa que comemos, cada prenda de ropa que compramos y cada vez que hacemos un viaje en avión.

Roberto Pedraza / Martha Isabel Ruíz es una ambientalista reconocida en todo el mundo.

Así, puedes calcular a cuánto asciende tu huella de carbono anual, y gracias a un inventario de las existencias de carbono en los bosques de la Sierra Gorda, se puede estimar qué superficie de bosque se necesita proteger durante ese periodo de tiempo para compensar tus emisiones. Dicho de otra manera: por cada tonelada de bióxido que emites, deberías compensar tu huella de carbono haciendo un pago a un propietario local de un bosque con alta biodiversidad.

El agua limpia de los manantiales, el aire puro que se genera en los bosques y la tierra donde se cultivan los alimentos que llegan a nuestros supermercados tiene un costo por el que todos deberíamos pagar, esto es algo que seguramente no aprendimos en la escuela, pero poco a poco estos conceptos se van extendiendo dada la necesidad cada vez más apremiante de contar con pulmones verdes en el planeta.

A cambio del pago, los propietarios de los bosques se comprometen a no talar, no cazar y eliminar la ganadería extensiva de sus terrenos, y GESG comprueba que se respetan los acuerdos. Así, los árboles jóvenes que ahora pueden crecer comienzan a capturar carbono y la fauna regresa a vivir en libertad en lo que hace décadas, o incluso siglos, fueron sus hábitats originales.

El programa, que opera desde hace seis años, ha sacado de la pobreza a decenas de personas, ayuda a combatir el cambio climático y protege la biodiversidad de la zona.

Después de vivir un fin de semana inmersas entre tanta belleza y ver cómo hay soluciones reales y efectivas para preservar un lugar único no solo en México sino en el mundo, regresamos a la CDMX haciendo cuentas de cuánto, por poco que sea, vamos a donar a la mejor causa que hemos conocido en los últimos años.

Roberto Pedraza / Con la última luz del día, la flor de un viejo agave se despide de la silueta del Cerro del Zamorano.

Cómo llegar

Desde la CDMX, toma la autopista Méx–Qro hasta San Juan del Río. Toma la desviación en la carr. fed. 120 hacia Tequisquiapan y continúa hasta llegar a Jalpan de Serra. En tu recorrido pasarás por Ezequiel Montes, Cadereyta, Vizarrón, Peña Blanca, Pinal de Amoles y algunos pueblos menores a orilla de carretera.

 

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Autor: 
Roberto Pedraza
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Geolocation is 23.634501, -102.552784

Autor alternativo: 
Rosi Amerena y Esther Díaz
Evento: 
Fecha: 
Jueves, Mayo 18, 2017


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