Vas con la mochila a cuestas – o arrastrando la maleta – por medio mundo, como una tortuga, con su caparazón y sin prisa alguna. No sabes cuándo ni dónde te vas a cansar de vagar por esos países donde la cultura te resulta tan ajena como los preceptos básicos de la Iglesia de la Cienciología (salvo que seas Tom Cruise… Si es así, how are you, Tom?).
Sabes que cuando eso ocurra – lo de cansarse, no lo de que me lea Tom Cruise – tomarás un vuelo y regresarás a casa. A lo cotidiano, a lo conocido, a tus seres queridos. A ese lugar donde todo sigue igual que cuando te marchaste.
Sin embargo, hay algunos viajeros que jamás regresan. Se enamoran de un lugar – o una persona – y deciden cambiar su lugar de residencia.
No es mi caso, porque soy muy feliz en Alicante, pero lo cierto es que sí he visitado lugares que me atraparon. Pueblos o ciudades en los que sí me habría quedado a vivir, al menos por una temporada.
Aquí os dejo algunos de mis favoritos:
Estambul, Turquía
La capital de Turquía es mi claro número uno de la lista.
En ninguna otra ciudad del mundo he sentido la mezcla de felicidad, libertad, profundidad y romanticismo que me poseyó cuando paseaba por las calles de Estambul.
La mezcla entre Oriente y Occidente se da aquí como en ningún otro lugar del mundo. Mezquitas que fueron iglesias, palacios, el crucero al atardecer por el Bósforo, los decadentes barrios del lado asiático, los pescadores que buscan su jornal diario o matan el tiempo como pueden en el Puente de Gálata, las catacumbas que horadan los bajos de la ciudad, el caos de los bazares, los zumos callejeros de naranja y granada, las galerías de arte alternativo, los miles de olores, los callejones que esconden secretos….Todo ello me enamoró.
Vivir en Estambul es un deseo que espero que se cumpla algún día.
Ciudad del Cabo, Sudáfrica
La primera vez que pisé África fue en el aeropuerto de Ciudad del Cabo. Lo recuerdo como un momento épico, no solo porque suponía la realización de un sueño largamente anhelado, sino porque tuve la sensación de que la luz africana era realmente diferente a todo lo que había conocido anteriormente en el resto de países.
Ciudad del Cabo me recibió con los brazos abiertos y en los cinco días que pasé en ella me di cuenta de que me encantaría vivir allí. Es cosmopolita, vibrante, con una mezcla africana y europea que parece tomar lo mejor de ambos lugares. Terrazas animadas, playas urbanas que parecen vírgenes, cultura e historia profunda y conmovedora, alma valiente, vanguardia africana del diseño, mezcla racial, magníficos restaurantes y vinos, cercanía a la gran belleza natural del Cabo de Buena Esperanza… Y presidiendo todo ello, la imponente Table Mountain.
El día que subí a su cima, me dí cuenta de que desprendía una energía inigualable. Fue el día más feliz de mi viaje de dos meses por el Sur de África. Recordando ahora ese momento, lo reconozco como el que me hizo desear vivir en Ciudad del Cabo una larga temporada. Nunca es tarde.
Dublín, Irlanda
Bueno, lo cierto es que esta elección, en mi caso, no tiene mucho secreto, pues lo cierto es que sí llegué a vivir en Dublín. Nada menos que 8 años y 3 meses.
Llegué a Dublín con la idea de mejorar un poco mi inglés y marcharme. Tras llevar algo más de un año allí, me di cuenta de dos hechos: mi inglés apenas había mejorado (trabajaba en español, tenía novia y amigos españoles y apenas veía la tele) y no me quería marchar.
Dublín es una ciudad que me cautivó desde el primer momento. Capital europea de tamaño manejable, cosmopolita a más no poder, una marcha espectacular, una vida cultural inmensa, repleta de parques y buena gente, y con pintas de Guinness en cada bar… Y es que hay mil cosas que hacer en Dublín.
Es cierto que el tema del clima de la ciudad es más que mejorable, pero para mí fue un muy pequeño peaje que pagué alegremente para poder disfrutar de todo lo demás.
Además, es la base perfecta para explorar un país tan maravilloso como es Irlanda.
Buenos Aires, Argentina
La primera vez que visité Buenos Aires, en el año 2004, acabé mirando las ofertas de trabajo de la ciudad. Me embrujó.
La capital de Argentina es una mezcla entre París y Madrid. Exhala un ambiente de melancolía en cada esquina y barrio, cosa que despertó mi lado más romántico.
Paseé muchas tarde por Puerto Madero, San Telmo, Recoleta y Palermo, siendo en este último barrio donde alquilaría un departamento cinco años más tarde. Fue en ese piso donde le dije adiós al 2008 y fue en ese barrio donde tuve los inolvidables encuentros casuales con los actores Willem Dafoe y Ricardo Darín.
Salí de fiesta, vi el inicio del Dakar, intenté aprender a bailar tango (los que me conocéis ya podéis imaginar el resultado), comí asados, vagabundeé sin fin y disfruté de la vida de las calles bonaerenses. Sin duda, me habría quedado a vivir algunos años, pero el destino no lo quiso así.
Volvería una última vez en 2011, pero pasé por ella de puntillas y con una fiebre galopante por los excesos cometidos en otra de mis ciudades preferidas de Argentina: Mendoza.
Sídney, Australia
La modernidad, el clima, las playas y la vibrante vida multicultural de Sídney me atraparon desde el primer momento.
En su bahía pasé la Nochevieja del 2003 y regresaría de nuevo, y con más tiempo, en 2011. Desde allí puede explorar la belleza natural de las famosas Blue Mountains y me apunté a un curso de surf.
Terrazas abarrotadas de gente joven charlando frente a unas copas de vino, restaurantes con platos provenientes de todas las cocinas del mundo, museos con exposiciones de los artistas más distinguidos del momento, playas donde los tiburones no asustan a los bañistas y una arquitectura colonial que intenta parecer antigua, pero sin conseguirlo (y ello hace que, en su imperfección, me acabe gustando mucho más).
Y tú, de los lugares por los que has viajado, ¿dónde te gustaría vivir una temporada?
La entrada Los lugares que me robaron el corazón mientras viajaba y en los que viviría aparece primero en Viajablog.
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