Día de Muertos siempre es una época que me obliga a reflexionar acerca de la muerte. ¿A dónde vamos cuándo morimos?. Algunas de estas preguntas fueron resueltas aquel 1º de noviembre, cuando viajé al Pueblo Mágico de Chignahuapan, pero este año nacían nuevos cuestionamientos, entre ellos: ¿qué significan los elementos que por tradición ponemos en la ofrenda?
Rodeada en un mar de preguntas, me encontré, de pronto, cara a cara frente a la muerte. Ahí, en la Plaza de San Jacinto, en El Barrio Mágico de San Ángel, en la Ciudad de México, fui guiada por “La Flaca” para conocer de cerca nuestras tradiciones y encontrar algunas de las respuestas que flotaban por mi mente.
La Muerte me tomó de la mano y me guió hasta el Museo Casa del Risco, donde se encuentra el altar dedicado a Isidro Fabela. Se trata de una ofrenda tradicional mazahua, quienes celebran el ritual del regreso de las almas de los seres queridos colocando una ofrenda donde se les ofrece los alimentos que en vida prefrerían los difuntos, así como los típicos de la región. También son esenciales los pétalos de cempasúchil, que marcan el camino que las almas recorrerán del panteón hasta el lugar donde los esperan con un gran banquete.
Una de las piezas clave y que distinguen a los altares mazahuas son sus manteles y textiles bordados con imágenes de venados, pues el vocablo Nahia significa “gente del venado”.
Dejamos aquella bella ofrenda y nos dirigimos entonces a la Galería Tocamadera, que se encuentra en uno de los costados del parquecito de la Plaza de San Jacinto. Al cruzar la gran puerta de madera, me topé con una bella ofrenda llena de flores de cempasúchil. El color naranja era la constante que unía cada uno de lo detalles de este altar dedicado a la Dra. Teresa del Conde, académica, historiadora y crítica de arte, quien era una clienta frecuenta de este lugar.
Mientras de fondo escuchábamos las piezas de música clásica que más le gustaban a Del Conde, “La Flaca” me invitó a ver de cerca este altar, lleno de fotos, escritos, dibujos, libros y todo aquello que tanto le gustaba. Mientras veía detenidamente cada objeto, de pronto, una valedora se cayó al piso. La muerte entonces me dijo: Mujer de poca fe, tú que no creías que las almas volvían; he aquí una prueba.
Con las manos helada y un poco confundida, seguimos adelante en nuestro paseo. La muerte me llevó a uno de sus museos favoritos, al Museo de Arte Carrillo Gil, donde se encuentran obras de distinguidos artistas mexicanos a quienes ya se los ha llevado al más allá, como David Alfaro Siquieros, Diego Rivera y José Clemente Orozco.
Al entrar a la sala, me confundí. La ofrenda no era como yo esperaba y se distinguía completamente de todas las que he visto antes. Se trata de una ofrenda contemporánea que desmembró los elementos que componen a una ofrenda tradicional: las flores, el agua, las veladoras, el pan y el copal.
Lo que más me llamó la atención fueron las esferas de flores de cempasúchil, que el ciclo de la vida. Según la tradición prehispánica, la muerte es en realidad un renacimiento, es decir, no un punto final, sino un nuevo comienzo.
También el espejo de agua que se encontraba en El Centro y donde se reflejan las semblanzas de todos los artistas a quienes se les dedicó la ofrenda. Según me había explicado antes, el agua, significa la fuente de la vida y se le ofrece a las ánimas para que mitiguen su sed después de su largo recorrido y para que fortalezcan su regreso, pero también hace alusión a lo efímera que puede ser la vida.
Finalmente, la Muerte me llevó a la Casa Estudio De Diego Rivera y Frida Kahlo, un lugar icónico del barrio y que hoy es museo. En este lugar, que fue uno de los primeros edificios funciona listas de Latinoamérica y diseñada por Juan O’Gorman, también se montó una ofrenda siguiendo la costumbre mexicana, este año dedicada a José Guadalupe Posada, maestro de Rivera y uno de los personajes favoritos de la Muerte, pues según ella “él fue quien me dio vida a través de sus grabados”.
Como fondo de esta ofrenda se puede apreciar una parte del mural “Sueño de una tarde dominical en la Alameda”, pintado en 1947 y en donde se representa como personaje principal a la Catrina, acompañada de Frida Kahlo, José Martí, José Guadalupe Posada y el mismo Diego Rivera (representado por un niño), así como su hermano gemelo que murió a los dos años de edad.
De pronto vi a la muerte mirar cautiva un tapete de semillas que representaba su propia imagen; lucía conmovida. Entonces, me volteó a ver y me dijo que el viaje había concluido y desapareció.
Este recorrido, que pasó como en un abrir y cerrar de ojos, me hizo darme cuenta lo mucho que aprecio las tradiciones de este país pluricultural, y también lo poco que sé al respecto. Fue así como me puse el propósito de vivir cada Día de Muertos no solo con la algarabía y también la solemnidad, sino también con ese interés constante de seguir aprendiendo sobre las costumbres de los vivos para honrar a los muertos, a quienes acompañaremos algún día guiados de la mano de nuestra amiga ‘La Muerte’.
Sigue la ruta de ofrendas
- Museo Casa del Risco
Dirección: Calle San Jacinto #5 - Galería Tocamadera
Dirección: Plaza de San Jacinto #15 - Museo de Arte Carrillo Gil
Dirección: Av. Revolución #1608 - Museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo
Dirección: Av. Altavista esq. Diego Rivera s/n
Tips para el viajero
Cada año El Barrio de San Ángel organiza recorridos a estas y otras ofrendas de la zona. Este año se realizarán hasta el 5 de noviembre. Puedes ver su programa de actividades aquí.
No dejes de visitar también las ofrendas de:
- Museo Soumaya Plaza Loreto
- Museo de El Carmen
- Instituto Nacional de Estudios históricos de las Revoluciones de México (INEHRM)
Más información en:
Geolocation is 23.634501, -102.552784
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