Una explosión de sonidos pone fin al silencio nocturno en la laguna de Ventanilla. Los cantos de las aves se confunden con su aletear mientras el sol de la mañana esparce sus rayos dorados sobre águilas, gavilanes y garzas que despliegan su vuelo por encima de los manglares de la laguna. Sin embargo, a diferencia de otros manglares en donde la vida silvestre permanece oculta por la exuberancia de la vegetación, los de Ventanilla descubren el mundo natural, revelando un fantástico paisaje en el que coexisten la vida y la muerte.
Hasta hace algunos años la laguna de Ventanilla, estuario del río Tonameca en el estado de Oaxaca, se hallaba rodeada de imponentes árboles de más de 35 metros de altura. Sin embargo, en 1997 los huracanes Paulina y Rick cambiaron radicalmente el paisaje, haciendo de éste un lugar único en su género. Desde entonces la comunidad local se ha involucrado en el cuidado de este frágil ecosistema, dedicando sus esfuerzos a la reforestación y el mantenimiento del sitio. Actualmente, Ventanilla se conserva como una experiencia ecoturística singular, ya que aquí se han revelado los secretos íntimos del manglar. Durante la visita en lancha por la laguna, uno se desliza sobre aguas quietas y oscuras que reflejan matices azules, grises y verdes. El cielo y la tierra se mezclan, emitiendo destellos impresionistas entre las raíces del manglar.
Ventanilla ofrece al visitante momentos de indescriptible tranquilidad. Envuelto por una serenata de pájaros, puede ser testigo de la mirada de un águila pescadora o del vuelo de las calandrias en busca del sitio perfecto para anidar; o puede asimismo lograr desentrañar la actividad oculta de las termitas mientras perforan los blancos y escultóricos troncos de los majestuosos mangles. El lugar es una oportunidad para observar un milagro genuino de la naturaleza: la composición y descomposición simultáneas de este idílico escenario.
Debemos considerar que tanto los manglares como las selvas son los ecosistemas más complejos y productivos del planeta. En general, los manglares se encuentran cerca de sitios con corrientes de agua de mar, como lagunas costeras, bahías protegidas y desembocaduras de ríos, soportando fluctuaciones del nivel de agua y de salinidad. Además de ser grandes productores primarios de energía y oxígeno, los manglares contribuyen a la ecología global al evitar la erosión en la línea costera, facilitando así la formación de suelo y el establecimiento de la vegetación; además, ayuda a regular las fluctuaciones de temperatura y humedad, proveyendo hábitat a una gran variedad de vida terrestre y acuática.
Es por esto también que el lugar también es casi un cocodrilario natural en donde puedes encontrar a estos reptiles en cualquier parte, lo que lo convierte en un espectáculo digno de apreciar.
En Ventanilla, tanto el mangle rojo (Rhizophora mangle) como el mangle blanco (Laguncularia racemosa) están adaptados a este complejo sistema. Las raíces y los neumatóforos cumplen las funciones de fijarlos en el fondo lodoso y de proporcionarles respiración en un sustrato pobre en oxígeno, respectivamente. Asimismo, el viviparismo asegura que las semillas germinen en el árbol madre fuera del medio salino. Tradicionalmente, el hombre ha utilizado la madera del manglar para construcción, y la corteza, rica en taninos, para la curtiduría de pieles. De hecho, la concentración de este compuesto en raíces y hojas da el color rojo del agua. En los bordes de los canales es posible ver el cambio de tonalidades del rojo al casi negro, formando un espejo perfecto que refleja una acuarela viva, momentáneamente diluida por el viento.
Los turistas han disfrutado por más de una década de este lugar tan especial, y la laguna se ha transformado desde los días en que los agricultores locales remaron por los canales como esporádicos y curiosos visitantes. El cambio más significativo en la comunidad ocurrió al principio de los años noventa, cuando con la ayuda de Ecosolar, ONG dedicada a programas y proyectos para el desarrollo sustentable en diversas regiones de México y Centroamérica, diez familias decidieron organizar una cooperativa de servicios ecoturísticos que beneficiase a la comunidad, a los visitantes y al ecosistema local. Su sueño era manejar adecuadamente los recursos naturales circundantes, manteniendo el equilibrio ecológico a pesar de las presiones económicas. Aunque al inicio no obtuvieron una compensación monetaria a sus esfuerzos, siguieron fieles a un sueño que para otros era impráctico. Afinaron sus habilidades como naturalistas y se desarrollaron como biólogos innatos, estudiando y observando la vida animal y vegetal para así entender y proteger el ecosistema. Con el objetivo de enriquecer su interés permanente por los manglares, a menudo invitan a estudiantes y biólogos de México y del mundo para que investiguen y convivan con ellos.
La cooperativa de La Ventanilla encarna la filosofía de que cada objeto viviente sirve a un propósito esencial para el mantenimiento del todo. Así es como, a varios años de su inicio, cada miembro de la comunidad se ha desarrollado en una importante rama de liderazgo: una persona se encarga de la operación general de la cooperativa, otra maneja las finanzas del grupo y una más promueve nuevos proyectos a corto y mediano plazo. Es ahora, después de los resultados positivos de este sueño, que el grupo se asombra del profundo cambio observado en la conciencia colectiva: su transformación de cazadores a conservacionistas con una exquisita sensibilidad hacia la naturaleza. Ellos afirman: “Ahora nuestros rifles se encuentran oxidados en nuestros closets. Enseñamos a la gente a disparar con la cámara y no más con las armas”.
Viajar a través de los canales obsidiana de Ventanilla es entrar a una tierra mágica. Aves que se posan tranquilamente sobre los mangles. Flores amarillas que sobresalen de las verdes hojas que susurran con el viento. Una garza blanca extiende sus alas y sobrevuela el agua, en tanto que un martín pescador se proyecta en picada desde el abanico de una palma real, tocando apenas la oscura agua para levantar el vuelo con un pez en el pico. Con paciencia se logra escuchar el agudo golpeteo del pájaro carpintero, que llena el espacio con un eco distante. Mientras uno queda abrumado por cientos de aves multicolores, el guía ayuda con su experiencia a descifrar las personalidades de cada especie. Al depositar la mirada sobre el agua vítrea y seguir el lento movimiento de un tronco cercano, uno ve como el tronco repentinamente se transforma en la cabeza alargada de un cocodrilo. Después de percibir el dulce aroma de la flor de la palma real, se advierte un cangrejo rojo caminando entre las intrincadas raíces del manglar. En el horizonte se ve un grupo de patos buzo secándose al sol sobre las ramas. Al bajar a la isla dentro del manglar, es posible visitar los corrales con cocodrilos, los invernaderos y, finalmente, bajo un techo de palma, se disfruta el agua de un gigantesco coco fresco.
La laguna de Ventanilla ofrece a los visitantes una oportunidad de explorar las diferencias de cada estación; pero hay que tener en cuenta que en la laguna la mezcla etérea de creación y desmoronamiento coexisten temporalmente dentro de un paisaje en continua transformación. Mientras la naturaleza toma su forma, nuevos brotes de verdor marcan el ritmo de esta sucesión ecológica. Sin embargo, lo que permanece inalterado es el compromiso de la cooperativa por fomentar el uso racional de sus recursos naturales, que conlleve a un trabajo armónico con la totalidad del ecosistema.
Cómo llegar a Ventanilla
Si sale de Pochutla tome la carretera hacia Puerto Escondido, y en San Antonio continúe por el camino costero que conecta con Mazunte y Puerto Ángel; 2 km antes de llegar a Mazunte se encuentra la desviación que conduce a Ventanilla; el camino es de terracería, en buen estado, de aproximadamente 1 km.
Geolocation is 23.634501, -102.552784
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