martes, 9 de abril de 2019

El Museo del Consumidor Comunista: un viaje en el tiempo en Timisoara

Me gustan las ciudades cuyas calles céntricas logran representar un pedazo de la historia del país en el que se encuentran. Normalmente, las calles y barrios que componen esa parte neurálgica de la urbe son los más visitados por los curiosos turistas. Sin embargo, una ciudad que solo posea ese tipo de atracciones acabará por aburrirme en poco tiempo. Qué le vamos a hacer, tengo esa rareza… Entre muchas otras. Y va a peor con la edad.

El alma histórica de una ciudad es muy distinta al alma personal. Barrios alternativos, extraños museos, mercadillos de los locales para los locales, murales urbanos… Todos ellos son pedacitos que forman una red personal urbana.

En Timisoara, cuyo casco histórico es el “culpable” de que se le conozca con el sobrenombre de “La Viena Rumana”, existen lugares que se salen del circuito turístico, pero deben formar parte de tu itinerario si quieres conocer el verdadero sentimiento de una de las ciudades más importantes de Rumanía.

Uno de ellos es, sin duda, el Museo del Consumidor Comunista (Muzeul Consumatorului Comunist).

Cómo llegar al Museo del Consumidor Comunista

La mejor manera de llegar a este lugar es caminando desde el centro. No te llevará más de 10-15 minutos y te permitirá conocer un poco más los barrios de Timisoara.

La dirección del museo es Strada Arhitect Laszlo Szekeley, 1.

Qué es el Museo del Consumidor Comunista de Timisoara

A finales de 1989, el bloque comunista de Europa del Este se desmoronaba ante los incrédulos ojos de los integrantes de la línea dura del Partido Comunista Soviético. En Rumanía, Timisoara tuvo el honor de ser la primera ciudad liberada de la opresión roja que se había instalado en el país tras la conclusión de la Segunda Guerra Mundial.

La gente salió a las calles para celebrarlo y, poco tiempo después, las cosas cambiaban en todos los frentes. Incluyendo en el ámbito de la propia casa.

Así, muchos ciudadanos de Timisoara comenzaron a fijarse en esos productos occidentales que, hasta hacía bien poco, habían estado vetados al consumidor. Estos lucían, frescos y tentadores, en las estanterías de los pequeños comercios rumanos, como un símbolo materialista de la libertad. Dos conceptos muy contrapuestos, pero la Historia está llena de contradicciones.

La gente comenzó a adquirir esos nuevos productos y a desechar las antiguallas que tenían por casa. Un clásico “fuera lo viejo y bienvenido lo nuevo“, muy típico de seres que despiertan tras un largo letargo y se dan cuenta de que han perdido largos años de su preciada vida.

Un cuarto de siglo más tarde, empezando con una antigua colección de vinilos de LPs de grupos rumanos, el Museo del Consumidor Comunista fue tomando forma en Timisoara.

El Museo del Consumidor Comunista ofrece una completa colección de objetos que los rumanos compraron para sus casas durante la “Edad Dorada” (como fue denominada por la propaganda comunista de la época). A través de ellos, te puedes hacer una idea de cómo estaba decorado el entorno familiar durante esas décadas del siglo XX.

Visitando el Museo del Consumidor Comunista de Timisoara

Tras haber disfrutado de los mejores monumentos del centro de la ciudad, decidimos buscar ese pequeño museo que venía recomendado en algunos blogs que había consultado.

No nos costó mucho encontrarlo, pero al llegar a él, nos miramos con cara de “¿seguro que es aquí?”.

La fachada y patio de entrada al Museo del Consumidor Comunista, nada tiene que ver con lo que esperas ver en un museo. Una destartalada bici se encontraba apoyada en una pared repleta de coloridos cuadros que no parecían de otra época.

Unas escaleras ascendían a una pequeña puerta de una casa, y la única muestra de que allí pudiera existir un museo era un cartel de tipo vintage que rezaba: Muzeul Consumatorului Comunist.

Empujamos la puerta con incertidumbre y lo que vimos tras ella aún nos produjo más. Aquello era un bar. Eso sí, uno de los bares con más encanto que había visto en los últimos años. Las paredes estaban repletas de antiguos carteles de anuncios, propaganda, películas, discos, etc. Un gran piano se adueñaba de una estancia en la que figuraban, como secundarios sin peso en la obra, una percha y un par de mesas desvencijadas.

A mano izquierda se abrían dos estancias más, pero nos las enseñaría nuestras anfitriona, una simpática rumana de pelo rubio y sonrisa sempiterna. Ella, al ver nuestra cara de sorpresa y nuestro caminar vacilante, nos confirmó que aquello era el museo que íbamos buscando. Se notaba que no era la primera vez que le pasaba… Ni siquiera esa misma mañana.

En la estancia contigua a la del piano, un bonito bar servía varias bebidas alcohólicas y otras para gente sana. En otra habitación más grande, un grupo de chicos charlaba animadamente. Objetos típicos de un set de cine estaban dispersos por los rincones y una versión inglesa del juego de tablero de “El Señor de los Anillos” se apilaba junto a otros juegos. Era uno de esos lugares que generan encanto casi sin pretenderlo.

Tras ese paseo por el bar, enfilamos las escaleras que descendían al museo.

Qué encuentras en el Museo del Consumidor Comunista de Timisoara

Cuando desciendes las escaleras al museo, parece que has viajado en el tiempo.

Desembocas en un estrecho pasillo que está atestado de cosas. Máscaras anti-gas, postales antiguas, uniformes militares, muebles con libros, artículos de porcelana… Una puerta se abre a la izquierda y entramos en una habitación que podría ser la sala de estar de cualquier casa de la época.

Televisiones de todos tipos y tamaños, tocadiscos, centenares de vinilos, una antigua mesa redonda, una cama, cojines, cintas, radios, figuras decorativas, carteles, cuadros... No queda un centímetro libre, produciendo una sensación de agobio que se ve compensada por mi curiosidad por todo lo que veo. Lo mejor de todo: las cosas se pueden tocar (pero dejando todo en su sitio).

Al lado de este cuarto se encuentra la habitación de los niños. Juegos y juguetes de todo tipo se apilan aquí. Cochecitos, soldados, juegos de mesa, muñecas, disfraces, juguetes de hojalata, de madera… Me habría quedado aquí un par de horas…

Por último, pasamos a la cocina, donde una pequeña nevera blanca de esquinas redondeadas es una de las piezas centrales. Botes de especias, latas de conservas, envases para legumbres, vajilla, productos de limpieza…

Un viaje en el tiempo en toda regla. La vieja Timisoara comunista incrustada en la ciudad del siglo XXI… ¡Ah! ¡Y es gratuito! :)

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