Cuando hablo con amigos y conocidos sobre el tema de los viajes, muchas veces me comentan lugares que no conozco y añaden la coletilla: “… Pero bueno, a ti, con todo lo que has visto, tampoco te sorprenderá mucho”. Afortunadamente, se equivocan.
Lo cierto es que he encontrado paisajes en la provincia de Alicante (donde vivo) que me han maravillado. La naturaleza, sobre todo, no deja de sorprenderme y no me canso de ella. Para mí eso es una bendición.
Por eso, la noche antes de ir a realizar la excursión al Parque Nacional de Angthong, que había contratado a través del portal de Civitatis, me encontraba nervioso en mi habitación de hotel de Koh Samui.
No recuerdo lo que soñé aquella noche, pero seguro que no puedo ni acercarse a la realidad que disfrutaría al día siguiente. Ahora puedo confirmar que se trata de una de las mejores excursiones que hacer en Tailandia.
Amanecer y transporte al barco
Sabiendo que una furgoneta vendría a recogerme al hotel a las 7 de la mañana, decidí aprovechar la oportunidad para despertarme algo más pronto de lo que debía y acercarme a la playa a ver amanecer.
En la bella isla tailandesa de Koh Samui me alojaba en la playa de Chaweng, ubicada en su costa este. Por lo tanto, era el sitio ideal para ver la salida del sol… Mi gozo en un pozo. El día comenzaba con unas nubes bajas que me impidieron ver el vuelo inicial diario del astro rey. Eso sí, al menos pude disfrutar de la playa prácticamente desierta, algo que no es sencillo en un lugar tan turístico como Chaweng,
Regresé al hotel, preparé mi pequeña mochila para el día (gafas de sol, agua, protector solar, bañador y camiseta de repuesto, toalla y sombrero) y me bajé a recepción.
A las 7 en punto me recogió un simpático tailandés y comenzamos nuestro tour camino del muelle, parando en los hoteles de los demás pasajeros. Justo al lado de mi hotel, teníamos la primera parada. En ella se subieron una pareja de italianos. Tuve mucha suerte, pues se convertirían en grandes compañeros de viaje.
Sobre las 8 de la mañana llegábamos al muelle. Allí comprobaron nuestros tickets, nos pusieron una pegatina en el pecho y fuimos subiendo al gran barco. Calculé que seríamos unas 130 personas.
Sobre las 8.30, arrancamos motores mientras el magnífico personal de Samui Island Tours – el operador local que contraté a través del portal español Civitatis – nos daban las primeras informaciones sobre seguridad e instalaciones del barco.
Viaje en barco al Parque Nacional de Angthong
El trayecto en barco – de algo más de una hora y media – se me pasó volando. Primero porque no dejé de hablar con la simpática pareja de Bérgamo (Massimo y Giusy) y segundo porque el paisaje de mar e islas lejanas siempre calma mi espíritu.
Además, al poco de embarcar pude disfrutar de un desayuno compuesto por plátanos, café o té y unos croissants.
El desayuno – al igual que la comida, agua y refrescos, equipos de esnórquel y kayaks (en el caso de haberlo contratado) – venía incluido en el precio de la excursión de Civitatis.
Los guías de la excursión, una media hora antes de nuestra primera parada, comenzaron a dar explicaciones sobre lo que tenía que hacer cada grupo (los que hacían kayak y los que no) al detenerse el barco. Además, nos contaron algunos datos sobre el parque nacional.
Llegada al Parque Nacional de Angthong y excursión en kayak
Estaba de risas con Massimo cuando vi aparecer el primer conjunto de islas del archipiélago de Angthong. Los dos comentamos el acontecimiento. Aunque nos parecieron bonitas, no tenían nada que ver con lo que veríamos después.
El Parque Nacional de Anthong comprende un área de unos 102 kilómetros cuadrados, en el que se encuentran 42 islas de distintos tamaño. Solo una de ellas está habitada: Ko Wua Talap.
Poco después de contarnos esto, los que íbamos a coger el kayak nos bajamos al muelle inferior y nos preparamos para la actividad.
Lo cierto es que tuve una gran suerte, pues aunque había más gente que iba sola a la excursión, yo fui el único que quedó desemparejado y me dieron un kayak para mí solo.
Nunca fui un tipo coordinado, pero el tema del kayaking se me dio bien desde que lo probé por primera vez en los Pirineos, hace, más o menos, unos mil quinientos años. O al menos eso me parece a mí.
Nuestra guía alemana nos llevó a recorrer tres tramos de costa en los que alternábamos playas de arena con zonas rocosas cubiertas de vegetación. Mientras, y en la medida lo posible (era complicado reunir a unos 20 kayaks a su alrededor), nos iba explicando cosas sobre el fondo marino y las islas de Angthong.
Yo, al ir solo, llevaba el ritmo que quería e iba parando aquí y allá para hacer alguna foto.
Tras 40 minutos de excursión, llegábamos a golpe de remo a la misma playa en la que ya se encontraban los viajeros que habían decidido no hacer nuestra actividad.
Ascenso al primer mirador y laguna salada interior
La playa era bastante minúscula y tan solo tenía un par de casetas de madera en las que poder cobijarte del sol y comprar algún refresco.
Justo al lado de las casetas, se hallaban los primeros escalones del ascenso al mirador de la isla.
Subir a este primer mirador no lleva mucho tiempo o esfuerzo. En diez minutos me encontraba ante una bella laguna interior. Además, de agua salada, ya que, a pesar de encontrarse rodeada de la vegetación de la isla y en altura, la laguna se comunica subterráneamente con el mar.
La estampa era preciosa e intenté imaginar lo que sería bañarse en ese lugar cuando todos los turistas se hubieran marchado. Eso me hizo recordar las palabras de la guía, que me había comentado que en la playa de nuestra segunda parada del día sí que podías quedarte a pasar la noche por no más de 500 Bahts (unos 13 euros al cambio actual).
Navegación y comida a bordo
Al poco de bajarnos del mirador, volvimos a embarcar y nos dirigimos hacia nuestra segunda parada del día: la isla Ko Wua Talap
El trayecto de una isla a otra nos llevaría unos 45 minutos, justo el tiempo justo para poder comer tranquilamente el magnífico menú que nos habían preparado: arroz, curry de pollo con patatas (estaba tremendo), frutas frescas (sandía y piña), rollito de primavera (más normalito) y verduras variadas.
Con el ejercicio y lo pronto que había desayunado, estaba muerto de hambre, así que aún me sobró un cuarto de hora para estar de sobremesa con Massimo y Giusy antes de que nuestro barco volviese a parar.
La isla de Ko Wua Talap: ascenso al mirador y esnórquel
Con una coordinación y rapidez que me hicieron pensar si estaba en Alemania o Tailandia, en menos de 10 minutos nos desembarcaron a todos, llevándonos a la playa en los famosos long tail boats: los barcos pesqueros alargados tan comunes en Tailandia.
En esta parada teníamos varias opciones: tumbarte al sol, darte un baño, hacer esnórquel en unas partes de coral, ascender a una cueva o subir al mirador más elevado de la isla.
Teniendo dos horas de parada, no te da tiempo a todo, así que opté por subir al mirador y bucear entre peces de colores el tiempo que me quedase.
En la playa de Wua Talap lo tienen todo muy bien organizado, con una caseta para dejar las pertenencias a buen recaudo (gratis), un par de bares/restaurantes y otra caseta que se estableció como punto de entrega de los equipos para bucear.
A los dos minutos de comenzar a subir por la senda que llevaba al mirador, supe que la cosa no iba a ser fácil.
Era la 1 de la tarde y el calor apretaba con fuerza. Además, toda la subida (con una pendiente brutal y constante) se hace entre la vegetación tropical, que no permite el paso del aire y hace que la sensación térmica y la humedad aumenten aún más.
Tardé una media hora en subir, con bastantes paradas que al principio fueron para admirar las vistas desde las plataformas intermedias, pero después se debían exclusivamente a que estaba extenuado. Tras la quinta plataforma ya casi se veía el mirador que marcaba la meta. Ese último tramo queda al descubierto y el sol pegaba de plano. Sudé 4 kilos fácil.
Sin embargo, cuando llegué al mirador supe que había merecido la pena.
Hablo en serio cuando afirmo que pocas veces en mi vida he tenido delante un paisaje tan bello.
Las islas aparecen allá abajo como pequeños montículos verdes que salpican un mar en el que se pueden apreciar al menos 5 tonalidades distintas. Además, al ser una reserva protegida, apenas había embarcaciones y las blancas playas que se apreciaban en algunas de las islas estaban totalmente desiertas.
De nuevo se cruzó por mi mente el pensamiento de quedarme una noche allí, pero no tenía más tiempo en Samui.
Bajé lo más rápido que pude a zambullirme en el agua y refrescarme mientras veía un buen número de peces de colores aquí y allá, escondidos entre las rocas y el coral. Ya nos habían avisado los guías de que el lugar no era la Barrera de Coral de Australia ni el Mar Rojo, pero a mí me valió igualmente. Es cierto, no es el mejor punto de buceo tropical en el que he estado, pero vi al menos una veintena de clases distintas de peces.
Retorno a Koh Samui
A las 3 de la tarde comenzaron a trasladarnos de nuevo al barco. Por delante nos quedaban casi dos horas de trayecto bajo un sol atenuado por las nubes.
Casi todo el mundo iba medio dormido, pero Massimo, Giusy y yo seguíamos conversando de viajes pasados y futuros, buscando destinos que anotar en nuestras listas.
Cuando me despedí de ellos a la puerta de mi alojamiento, me dio algo de pena. Es ese tipo de conexión que solo nace durante viajes y experiencias que sabes que recordarás siempre.
Y es que el Parque Nacional de Angthong es algo que nunca se olvida.
La entrada Excursión al Parque Nacional de Angthong en Koh Samui, Tailandia se publicó primero en Viajablog.
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