El ser humano tiene muchas virtudes, pero también muchos defectos. La megalomanía es un mal que ha aquejado a muchos gobernantes, de muchos países, a lo largo de la historia. En Myanmar, la cosa no fue diferente cuando el rey Bodawpaya, sexto monarca de la dinastía birmana Konbaung, accedió al trono birmano en 1782.
Bodawpaya quería ser recordado por haber sido el rey que construyó la pagoda, la campana, los leones y el lago más grandes del mundo. De sus pretensiones, la campana fue la que mejor cumplió. La enorme campana de Mingun llegó a ser la más grande del mundo…
Cómo llegar a Mingun
La población de Mingun se halla unos 10 km al noroeste de la ciudad de Mandalay. Aunque puedes llegar de otras maneras, la mejor de todas es surcando las bellas y lechosas aguas del río más poderoso y largo de Myanmar, el Ayeyarwaddy. Para ello, puedes tomar uno de los bonitos barcos que descansan en la ribera del río, a la altura de la imperial Mandalay.
Si tomas el barco, el viaje discurre plácidamente durante casi una hora. Si, además, lo haces durante la temporada seca, puedes tener suerte y encontrarte con los míticos delfines del río Ayeyarwaddy. Estos delfines, de nariz achatada y una aleta algo más cuadrada, se confabulan con los pescadores del río para ayudarles a faenar, en una cooperación entre animal y humano de la que cuesta encontrar otros ejemplos en el mundo.
Yo tuve la suerte de ver a cinco de esos delfines durante mi viaje del pasado mes de julio. No es habitual que estos bellos e inteligentes animales se hallen en estos parajes durante esa época del año, sin embargo, la inusual ausencia de lluvias les había obligado a descender el curso del río para buscar caudales más densos. Fue una maravilla.
Pahtodawgyi: la pagoda más grande del mundo
A finales del año 1790, el rey Bodawpaya ordenó que comenzasen las obras de la que debía ser la pagoda más grande del mundo. Para ello movilizó a miles de esclavos, soldados y ciudadanos capturados durante las campañas militares que llevó a cabo en la zona.
La idea era construir una pagoda de ladrillo de 150 metros de altura. Sin embargo, el proyecto no vio el final. Aunque mucha gente piensa que ello fue debido a la gran cantidad de recursos que tenían que dedicarse a su construcción, la realidad es que fue la profunda superstición del rey birmano la que congeló la obra. Los astrólogos le vaticinaron que tan pronto como la pagoda estuviera finalizada, también lo estaría su reino. Con tal advertencia, Bodawpaya decidió suspender las obras cuando solo se había erigido un tercio del total. A pesar de ello, con su más de 50 metros, sigue siendo la mayor pila de ladrillos del mundo.
Cuando te acercas a la base de la pagoda te das cuenta de la magnificencia de la obra. La mole de ladrillo rojo aparece, además, agrietada en varios puntos. Son las cicatrices que han ido dejando los numerosos terremotos que han asolado la zona desde su construcción.
Una de esas grietas atraviesa perpendicularmente toda la estructura y es una de las esperanzas de la gente local que habita hoy Mingun. Y es que la leyenda cuenta que el rey Bodawpaya escondió en la pagoda grandes cantidades de oro y joyas, tal y como hicieran los antiguos faraones egipcios. Ese mito (o realidad) se halla muy extendido entre la gente local y piensan que si uno de los movimientos de tierra termina de destruir la pagoda, será el momento de correr hacia la estructura en busca de los tesoros perdidos.
Yo, por si acaso, ¡prefiero que ese gran terremoto me sorprenda bien lejos de allí!
Una escalera asciende hasta algo más de la mitad de la altura de la estructura. Es un buen mirador para admirar los bellos alrededores, pero hasta hace un par de años se podía subir hasta arriba del todo.
A los pies de Pahtodawgyi, multitud de puestos de artesanías, refrescos y regalos son regentados por las matriarcas del pueblo. Las chicas más jovencillas siguen a los turistas para intentar venderles sus abanicos hechos a mano o sus juegos de monedas birmanas antiguas. Todo el mundo intenta ganarse la vida como buenamente puede, y el turismo es una nueva fuente de ingreso que no se puede desdeñar. Además, lo hacen siempre con gracia y una sonrisa. Señas de identidad de la personalidad de los birmanos.
Ya cerca de la orilla, dos enormes estatuas de dos leones custodian el río y la pagoda. Como esta última, los leones tampoco fueron finalizados y lo que podemos ver hoy son sus cuartos traseros. Aun así, es una visión impresionante.
La campana más grande del mundo
A menos de 5 minutos caminando de la gran pagoda, se halla la que fue (hasta ser superada, en el año 2000, por la campana china llamada “De la Buena Suerte”, en Henan) la campana, en perfecto estado de funcionamiento, más grande del mundo.
Con un peso de 90 toneladas, fue fabricada entre 1808 y 1810, durante los últimos coletazos del reinado de Bodawpaya.
Aunque se halla bajo techo, es accesible para todo el mundo y te permiten el honor de hacerla sonar o meterte debajo de ella.
Pagoda de Hsinbyume: maravilloso monumento al amor
Por último, el tercer lugar que no te puedes perder en una visita a Mingun, es la pagoda de Hsinbyume.
Construida en 1816 por el rey Bagyidaw (sucesor de Bodawpaya) a imagen y semejanza del Monte Meru hinduista, esta fantástica y refulgente pagoda blanca de base circular se encuentra entre los tributos a una persona amada más bellos del mundo. Y es que el rey mandó levantarla como recuerdo a su gran amor: la princesa Hsinbyume, quien había fallecido tras dar a luz al hijo de ambos.
Esta trágica historia de amor ha dado como fruto una de las pagodas más hermosas de Myanmar. Y eso es mucho decir en un país en el que se cuentan estos templos por centenares de miles, sino millones.
Perderse entre las escaleras, olas y distintos pasillos de la pagoda de Hsinbyume te transporta a un mundo de tranquilidad y belleza. La experiencia perfecta antes de regresar a tu barco y poner rumbo, río abajo, hacia la vibrante Mandalay.
Sin duda, es una de las mejores excursiones que puedes hacer en los alrededores de Myanmar.
La entrada Mingun, la bella obra de un megalómano en Myanmar se publicó primero en Viajablog.
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