Recientemente, he tenido la suerte de poder disfrutar de uno de los monumentos históricos más visitados de Inglaterra: las Termas Romanas de Bath.
Las dos horas que, según habíamos leído, solía durar la visita, se me acabaron haciendo cortas y me quedé un rato más. Y es que, si eres un amante de la Historia – “mal” del que estoy aquejado desde los 9 o 10 años – vas a disfrutar de la visita a las Termas Romanas de Bath como un niño.
Historia de las Termas Romanas de Bath
Si, como me ocurrió a mí, no tienes tiempo para documentarte antes de entrar a las termas romanas de Bath, no te preocupes porque la audio-guía que te entregan en la entrada tiene una cantidad ingente de información histórica, arqueológica y religiosa.
Antes de la llegada de los romanos, la región donde actualmente se encuentra Bath estaba habitada por la tribu de los doguni. Los doguni poseían barcos y comerciaban con el resto de Inglaterra y parte de Europa. Quizás fue así como llegaron las nuevas del poder curativo de las aguas minerales que manaban de fuentes subterráneas de Bath.
Cuando los romanos conquistaron Bath – ciudad a la que llamaron Aquae Sulis –, decidieron construir un enorme recinto que aprovechara las aguas termales y sirviera tanto como lugar de esparcimiento, curación y relajación, como templo para adorar a la diosa Sulis Minerva (los romanos mantuvieron el nombre celta de Sulis en su equivalente de Minerva, diosa de la sabiduría, la estrategia militar y las artes, además de ser patrona de Roma y de los artesanos).
Lo hicieron a mediados del siglo I y se mantendría en funcionamiento hasta el siglo IV.
Tras la pérdida del dominio romano, los bárbaros ocuparon esta zona y destruyeron las termas, que quedaron enterradas bajo las distintas capas de los nuevos asentamientos.
En el siglo XII, Juan de Tours construyó un edificio de aguas curativas en la misma fuente del manantial que abastecía las antiguas termas romanas. Ya en el siglo XVI, las autoridades de Bath construyeron unos nuevos baños (Queen´s Bath) al sur del manantial.
En el siglo XVIII se recondujeron las aguas del manantial a la Great Pump Room (la habitación de la bomba). Sin embargo, no sería hasta el siglo XIX cuando se descubrieron las antiguas termas y el templo romano, en un hallazgo que acabaría sacando a la luz el más asombroso yacimiento arqueológico romano del Reino Unido.
Visita a las Termas Romanas de Bath
Las termas romanas de Bath se hallan en el centro de esta ciudad, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1987.
Aprovechamos que el sol nos saludaba esa mañana – nada sencillo en un día de principios de marzo – para ver el centro de Bath, incluyendo su puente Pulteney, con ese aire de puente veneciano corroborado por un famoso pub que ocupa su margen izquierda: el “Ponte Vecchio”.
Caminando junto a las aguas del río Avon, llegamos a la altura de la Abadía de Bath y dirigimos nuestros pasos al precioso centro histórico de la urbe.
Era sábado, y las calles rebosaban de vida. Artistas callejeros, tiendas llenas, puestos de comida, centenares de personas caminando arriba y abajo… Y entre todo eso, la entrada a las Termas Romanas de Bath, con ese frontón de aire intemporal que te adelanta lo que vas a encontrar en el interior.
Tras hacer una rápida cola, abonamos el precio de la entrada y, tras recoger la audioguía, comenzamos a descubrir este maravilloso monumento histórico.
La visita a las Termas Romanas de Bath se suele dividir en distintas áreas o bloques:
La Terraza
Como vimos que habíamos perdido la oportunidad de apuntarnos al tour gratuito que se organiza cada hora, decidimos hacerlo por nuestra cuenta. Y es que debo reconocer que pocas veces he podido disfrutar de una audioguía con unas explicaciones tan completas, numerosas e interesantes como la de las Termas Romanas de Bath.
Desde la oficina de compra de entradas, una puerta me llevó a la terraza desde la que puedes observar, allá abajo, el Gran Baño. Es la primera imagen que tienes de los baños y te impregna un aire de majestuosidad, apoyado por las grandes estatuas romanas que rodean la terraza. No os confundáis, pues no tienen milenos de antigüedad. En realidad fueron esculpidas a finales del XIX, para la celebración de la gran apertura al público de las termas.
Además, al otro lado del muro del recinto, aparecía, majestuosa, la torre de la Abadía de Bath.
Conoce a los Romanos
Tras dar una vuelta por la terraza, tomé unas escaleras que descendían a una exposición muy interesante, que te ayuda a conocer cómo era la vida de los romanos que habitaban Bath hace casi dos milenios.
Viendo estos objetos extraídos de los distintos yacimientos arqueológicos encontrados en Bath, y escuchando las completas explicaciones de la audioguía comencé mi verdadero viaje a la época romana. La iluminación, íntima y agradable, también ayuda a este viaje en el tiempo.
Fue así como conocí como fue la vida de Iulus Vitalis, un herrero de los ejércitos romanos que se asentaron en Aquae Sulis (nombre que los romanos dieron a Bath). Un holograma mostraba a un herrero haciendo su trabajo, todo ello junto a la lápida original de la tumba de Iulius.
Junto a él, una bonita maqueta de los baños y el templo me dio una perfecta idea de cómo era el lugar en su fundación.
Más allá, las monedas de un tesoro de unas 17.000 monedas romanas de distintas épocas, estaba expuesto tras ser encontrado en ocho bolsas.
Utensilios de todo tipo, los huesos de un antiguo residente, proyecciones de escenas del día a día de la Bath romana …son solo algunas de las otras cosas interesantes que encontrarás en esta zona de las termas.
La adoración romana
Tras pasar por una zona en la que se exhiben algunas de las rocas gravadas que aún se conservan del frontón original del templo existente en este complejo, entras en la zona dedicada a la religiosidad romana de la época.
Aquí te recuerdan que tanto los baños como el templo estaban consagrados a la diosa Sulis Minerva. Todo ello mientras recorres un área en la que puedes admirar los altares en los que solían hacer sacrificios a la diosa.
Patio y templo de Minerva
Para mí, amante empedernido de la historia, fue una experiencia inolvidable el recorrer el mismo patio por el que debieron pasar los fieles romanos hace dos mil años. En unas vitrinas, se conservan los pergaminos en los que la gente escribía las maldiciones que esperaban que la diosa infringiera a aquellos vecinos que les habían robado o hecho algo que les había sentado mal. Es decir, la diosa no era solo protectora, sino que también se esperaba de ella que castigara a los enemigos.
También, sobreviven tres grandes piedras del frisio de un gran templo curvo que se encontraba en el patio. Es el único de este tipo que se conoce en la Britannia romana.
El colofón de esta zona lo encontré en forma de cabeza de bronce de la diosa Sulis Minerva. Data del primer siglo de nuestra era y es, en sí, una pieza extraña, pues tan solo hay otros dos fragmentos de esculturas de bronce romanas en toda Inglaterra.
El arroyo secreto
El camino descendió aún más para citarme con el arroyo secreto. El agua sigue fluyendo aquí a 46 grados. Nada menos que 1,17 millones de litros al día. El vapor caliente asciende de la poza a la que cae. Un buen lugar para calentarte un poco las manos.
Junto a él, se exponen algunos de los objetos que se encontraron en el arroyo.
El Gran Baño y los baños adyacentes
Y por fin llegué a la sala más importante del recinto. En la antigüedad, el Gran Baño estaba techado (a 40 metros de altura), pero hoy en día se encuentra al aire libre.
La piscina está llena con agua termal natural y tiene una profundidad de 1,6 metros. Unos bancos bajos rodean el Gran Baño y sobre ellos se sentaban los bañistas para disfrutar de algunas bebidas y viandas.
La zona estaba llena y muchos de los visitantes aprovechaban para sentarse en aquellos históricos bancos para descansar un poco las piernas tras más de una hora de visita. Yo también lo hice y me quedé descansando al sol mientras realizaba uno de los ejercicios mentales que más me gusta practicar cuando visito monumentos históricos: intentar imaginar el lugar en su momento de apogeo. No me resultó complicado con todo el material que había absorbido durante la visita.
Tras reponer fuerzas investigué los baños de las alas este y oeste. Una piscina más pequeña – utilizada para nadar – se abría, techada, junto a los vestuarios y las salas de masaje. Saunas, el cuarto de la caldera y otras piscinas menores se encontraban en la zona oeste.
Antes de abandonar el lugar, tuve la oportunidad de probar el agua mineral que fluye por el complejo. Mana de un grifo colocado al final del recorrido y se dice que ese líquido tiene propiedades curativas.
La verdad es que yo no he notado nada desde que bebí aquel agua, pero me siento más que recompensado con esta vivencia especial que me ofreció Bath.
Información práctica para visitar las Termas Romanas de Bath
Horarios:
De enero a febrero, noviembre y diciembre: De 9.30 a 5 de la tarde (salida a las 6).
De 1 de marzo a 8 de abril, septiembre y octubre: de 9 a 5 de la tarde (salida a las 6).
De 19 a 22 de abril: de 9 a 7 de la tarde (salida a las 8).
De 23 de abril a 20 de junio: de 9 a 5 (salida a las 6)
De 21 de junio a 31 de agosto: de 9 a 9 de la noche (salida a las 10)
Precio entradas: entre 14,40 y 19,80 GBP.
Idiomas disponibles de la audioguía:
Doce idiomas distintos, entre los que se halla el español.
Cómo llegar:
Se encuentra en pleno centro de la ciudad. La mejor manera es ir caminando.
Ubicación:
Stall Street, Bath BA1 1LZ, Reino Unido
Sitio Oficial | Termas romanas de Bath
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