Como en un cuento de Andersen, un día de hace 14 años surgió mágicamente un bosque encantado. O al menos encantador. En el occidente de Jalisco, las biólogas Laura González y Alejandra Blanco estudiaban las aves migratorias del estado cuando ante sus ojos apareció un arce (o maple) azucarero. Un árbol así -del que se obtiene el jarabe de maple y que es símbolo nacional de Canadá- resultaba extrañísimo para México. Dos años después el hallazgo se magnificó. El municipio de Talpa de Allende poseía no un arce, sino un bosque de arces aún desconocido.
El ecosistema es una herencia prehistórica -del periodo geológico del Mioceno- de hace 23 millones de años. En ese entonces, las bajas temperaturas de lo que hoy es México causaron que se trasladaran hacia el sur especies vegetales propias del norte del continente.
En otoño su belleza no tiene nombre. Sus hojas se van secando, y en ese proceso los árboles se iluminan en infinidad de tonos de fuego bajo los que uno avanza por frescos caminos. Además, las barrancas y laderas de esta zona de la Sierra Occidental se salpican de blanco y violeta cuando florean las magnolias, entre las que a veces cruzan veloces conejos y venados.
Las lluvias nutren un arroyo cercano a la brecha por donde se camina, y la constante humedad fertiliza la tierra: por eso en partes del bosque, como en la cañada Ojo de Agua del Cuervo, coexisten 60 especies de árboles.
Con la caída del sol no hay más opción que volver al pueblo de Talpa de Allende. Antes de dormir pasea por sus calles empedradas, mientras recuerdas a Juan Rulfo, que en El Llano en Llamas decía: “Aunque sabía que Talpa estaba lejos y que tendríamos que caminar mucho debajo del sol de los días y del frío de las noches de marzo, así y todo quería ir”.
Dónde quedarte
Hotel La Misión
Hidalgo 14, Centro, Talpa de Allende.
Tel. 01 (388) 38 50202.
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La majestuosidad de Calakmul supera los más grandes esfuerzos de entendimiento: desde diciembre de 1982 ?cuando arrancaron las excavaciones a gran escala? y hasta hoy, cientos de investigadores auxiliados por ejércitos de jornaleros han mapeado la delirante cifra de 6,750 estructuras, y existe la certeza de que miles más permanecen ocultas bajo la tierra y el denso follaje de esta selva del sureste de Campeche. Aunque en relación a otras ruinas de la Península de Yucatán su explotación turística es insignificante, un hecho se ha vuelto casi incontrovertible: representan la metrópoli más importante de los mayas, la sede por varios siglos de su poder militar, cultural y económico. Y un dato impactante: este centro urbano, capital del llamado Reino de la Serpiente, estuvo poblado a lo largo de 1500 años.
Para acceder a Calakmul deberás hospedarte en el pueblo de Xpujil (que también posee ruinas), despertarte temprano, desayunar bien, hidratarte e iniciar un recorrido de cerca de dos horas.
Cuando en el Km 98 de la Carretera Escárcega-Chetumal te desvíes hacia el acceso a la Reserva de la Biosfera de Calakmul, iniciarás una ventosa ruta de 60 km. Y conviene ser paciente y curioso, porque si miras a tus costados, en cualquier momento podría toparte con monos araña, guacamayas y tucanes.
Pero guarda suficiente energía. En esta zona arqueológica limítrofe con Guatemala te esperan cuatro o cinco horas de recorrido: de preferencia concéntrate en las grandes pirámides y edificaciones que forman parte de la Gran Plaza. Y al mismo tiempo date la oportunidad de perderte sin ruta fija entre algunas de las enigmáticas calles cuyas estructuras, en 1931 y antes que nadie, descubrió el joven botánico estadounidense Cyrus Lundell. Lo que habrá sido el asombro que lo asaltó el 29 de diciembre de aquel año, cuando al explorar la zona para hallar árboles de chicle que pudieran ser explotados se halló sumergido en los vestigios de Calakmul, una imponente e insospechada ciudad de piedra.
Dónde quedarse
Hotel Puerta Calakmul
Km 98 Carr. Escárcega-Chetumal.
Tel. 01 (998) 892 2624.
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Abre bien los ojos para que contemples este valle colosal sobrevolado por aguilillas y halcones. Y ahora, aspira profundo: ya se desliza en tu cuerpo el poderoso frescor aromático de cipreses, pinos, abetos y encinos. Cualquier brecha del Parque Nacional El Chico, el sendero más ínfimo por el que camines, forzará tu umbral sensorial. Percibe cómo tus pies quiebran ramas caídas, esquivan raíces, saltan manantiales, aprisionan la tierra húmeda por la que hace un instante se escabullía una zorra gris. Ahora te apoyas en una roca amorfa de dos metros que es, en realidad, un rastro de la infraestructura con que los mineros ingleses de la Compañía de Aventureros de las Minas de Real del Monte extraían aquí oro y plata hace cerca de dos siglos.
A un costado tuyo, en una ramificación pequeñita del Río de los Milagros, por un arroyo corre agua tan clara y pura que “Beto” López, campesino del paraje Loma del Maguey que te ve sediento, te anima: “Ande, puede tomarla”. Aliviado, te agachas, juntas las manos, las levantas y ya escurre en tu boca el líquido helado.
Este bosque de coníferas del estado de Hidalgo, protegido contra la explotación desde 1898, exige que te apures a vivir lo que hasta ahora niega el sedentarismo urbano: escalada, campismo, bici de montaña, senderismo, como para que rebases de una vez los cómodos límites de tu capacidad física y los músculos te recuerden que existes.
Y puedes entregarte a este retiro más de un día. La administración del parque, un ejemplo organizativo, ofrece seis campamentos con cabañas y áreas para acampar con todos los servicios. ¿La comida? Por favor, ve a la orilla del río y pide una “trucha poderosa” recién atrapada. Con baño de “jugo brujita” -hierbas finas, chiles chiltepín, guajillo y de árbol; laurel, tomillo, mejorana y hoja de acuyo- degustarás la gloria. Cuando acabes y hagas conciencia de la maravilla de esta travesía silvestre a un par de horas de la Ciudad de México, quizá se pregunte, ingenuo, si puede quedarse a vivir en El Chico. No. Pero calma: irá cuantas veces quiera.
Dónde quedarse
Parque Nacional El Chico
Carretera núm. 105 Pachuca–Tampico, desviación a Mineral del Chico Km. 7.5.
Tel. 01 (771) 596 1314.
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Arrastra una condena de más de seis siglos, desde que aún era un espacio sagrado del Imperio Purépecha: su lúgubre nombre, que al parecer significa “lugar de la amargura oculta”. Y sí. Es tan sorprendente la inmovilidad de las aguas del Lago Camécuaro, tan apabullante su silencio, tan profundas las sombras que crean las enormes ramas, que las personas que lo visitan entran con un ánimo y salen con otro. Como si su estanque azulado con brillo de espejo apaciguara el alma. Al abordar un bote y remar por sus canales ?algunos del tamaño de un pasillo estrecho, otros amplios con una luz que se filtra espléndida? verás que, a diferencia de otros lagos, aquí las orillas las forman las raíces de sabinos, árboles retorcidos, musculosos y con formas fantasmales. Muchos de ellos son tan antiguos que puedes tener la certeza que bajo las mismas copas en que estás, descansaron mujeres y hombres gobernados antes de la Conquista por el cazonci Tariácuri.
El lago, cercano a la ciudad de Zamora, se transforma físicamente en el otoño. Las hojas de los árboles toman distintos tonos de rojos que dan al agua, en que sumergirás tu remo, un denso color ladrillo sobre el que nadan grupos de patos blancos. El agua proviene de dos fuentes: del río Duero, y las bocas de manantiales que descubrirás en recovecos que borbotean. En este parque nacional protegido –te conviene ir entre semana? se puede nadar, acampar, chapotear en las pequeñas piletas tibias que se forman entre las raíces junto a los senderos, caminar o esnorquelear. Si no sabes nadar, abstente: este cuerpo de agua del municipio de Tangancícuaro en ciertos puntos alcanza 6 metros de profundidad.
Anímate a ir y no habrá retorno: navegar este lago de arboledas que forman cúpulas será un misterioso viaje hacia ti mismo.
Dónde quedarse
Hotel Casa del Lago
Camino al Lago de Camécuaro s/n, Tangancícuaro.
Tels. 01 (355) 553 3101 y 01 800 335 5246.
Escápate del mundo material, del confort prefabricado, vuélvete pionero de esta playa y cuéntale de su existencia a pocos; no sea que algo le pase a su secreta y austera belleza. El puerto pesquero de sólo 170 habitantes es un acuario natural que agasaja con la contemplación de lo desconocido. Quédate quieto en la playa y verás cómo desde su brillante agua verde salta, literalmente, su ajetreada vida oceánica: a plena luz del día grupos de impresionantes mobulas emergen de la superficie marina, igual que mantarrayas y delfines.
Sus pobladores aún no experimentan un turismo invasivo, y eso los hace ser cordiales y divertidos. Por ejemplo, te dirán a qué hora de la noche conviene que te recuestes en la arena para que observes mejor la esfera celeste y detectes las “estrellas fugaces”, todos esos meteoros que dejan su estela de luz al atravesar nuestra atmósfera.
Como la densidad luminosa de la aldea de Puerto Agua Verde es tan baja, si así te lo propones es un fantástico observatorio astronómico. Vecina de las pequeñas islas Montserrat y Santa Catalina, la estrecha bahía también es perfecta para hacer kayak, buceo, esnórquel y campismo. Por el clima, intenta visitarla entre abril y junio. Si tomas una lancha en la playa de Puerto Escondido, al sur de Loreto, llegarás tras navegar 20 minutos. Por tierra, desde Loreto, solo viajarás al sur 15 km por la Carretera Federal 1. Apenas al llegar habrá sorpresas. En su serranía ?a la que puedes ascender? te darás un banquete visual: el océano majestuoso teñido por el crepúsculo.
Dónde quedarse
Hotel Tripui
Lote 1, Mz 1, Puerto Escondido, Loreto.
Tel. 01 (613) 133 0818.
La panga zarpa en el primer minuto del amanecer y desde el pueblo de Reforma el sol es apenas un filo naranja que acuchilla el horizonte. “Verás al pájaro bobo patas azules”, promete el remero con que viajaremos por la Bahía de Santa María. “Pájaro bobo”, me repito confundido. Pero al llegar al islote El Rancho y ver al manto de aves que anida ahí, entiendo todo: las aves que se han vuelto emblema de esta región de Sinaloa caminan con torpeza, como si la naturaleza les hubiera puesto por error unas enormes patas membranosas destinadas a otro animal, y acentuara su falla pintándolas de un insólito azul encendido.
Alzo la mirada y en un paneo abarco un buen tramo de esta bahía pesquera ?de casi 90 km de largo? que va de Playa Colorada al pueblo de Dautillos. Doy un giro en mi propio eje y me siento atrapado por un gigantesco laberinto acuático de 153 islotes, muchos aún sin huellas del hombre. Cada pedazo de tierra entre humedales conforma un imperio de aves que de otoño a invierno hacen pausas en su migración hacia el sur: garzas tigre, golondrinas de mar, pelícanos blancos, pichihuilas o patos golondrinos que vuelan sobre las mansas aguas del Pacífico. De las profundidades emergen “toninas”, una variedad de delfín que juguetea con las lanchas que por aquí pasan.
La travesía sigue con breves escalas. En la Isla de Pájaros contrastan con el cielo azul centenares de fragatas de intenso plumaje negro, y más adelante, en la Isla del Amor, las águilas pescadoras trabajan como obreras para formar nidos sobre copas de árboles enanos.
De pronto, el paisaje cambia. Desembarcamos en Isla Altamura, y con buen calzado caminamos entre las dunas formadas por el viento. Golpeadas por el sol costero, por momentos crean la imagen de algún desierto africano. Luego de varias horas volvemos a Reforma. Desembarcamos acalorados y exhaustos como marineros de barco ballenero. Sin embargo, pronto surge un camino de tierra que nos lleva a una fonda cuyo rústico cartelito nos devolverá la energía por lo que resta del día: “callo de hacha, ostión, almeja y jaiba”.
Dónde quedarse
Hotel Misión del Mocorito
Francisco I. Madero 39, Centro, Mocorito (a hora y media de la bahía).
Tel. 01 (673) 735 0033.
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Dirección de Turismo de Angostura
Km 13.3 Carretera Guamúchil-Angostura.
Tel. 01 (697) 734 0040, ext. 162.
Cuando en el pueblo de Chunkanán abordes tu truck, este trenecito sobre rieles que va tirando un caballo, no solo cumple un trámite para llegar a los cenotes de Cuzamá. Con ese viaje agreste de 7 km entre maleza replica el modo en que desde 1850 los agricultores de las haciendas llevaban hacia los talleres de procesamiento el henequén arrancado al campo.
Y ahora sí, desciende e inicia tu triple recorrido por cenotes yucatecos. El de Chelentún, con una bóveda sobre una plácida agua celeste de hasta 18 metros de profundidad, es el único con áreas bajas para los adultos que no saben nadar, y los niños.
De ahí, luego de bajar una escalera de 20 metros, pasarás al cenote Chak-Zinik-Che. Al levantar el rostro desde el estanque, verás impactantes estalactitas que se descuelgan por la bóveda de la caverna. La luz que se filtra desde lo alto arroja un manto luminoso sobre los cientos de pececitos que giran curiosos sobre tu cuerpo. La profundidad, de hasta 40 metros, sumada a las ideales condiciones de luz y lo cristalino del agua, son la clave de que este cenote sea, quizá, el mejor para hacer espeleobuceo y entrar a sus cavernas subacuáticas, o al menos para que te eches clavados seguros desde los árboles.
Para acceder al último, el Bolom Cho’ Jol, bajarás por unas inquietantes escaleras de 15 metros totalmente verticales. En su bóveda existen pequeños huecos: por ahí se descargan cilindros luminosos que viajan desde el nivel de la tierra hasta el agua, dotándola de magníficos tonos verdosos, turquesas y azules. La profundidad de 12 metros cambia abruptamente de color a cada centímetro. Por el techo de la caverna se precipitan brillantes y húmedas lianas que contrastan con el gris en penumbras de los amplios muros de piedra.
No lo dudes: cuando de regreso abordes tu truck resignado a instalarte nuevamente en la “civilización”, tendrás la certeza de que por un par de horas te fusionaste con uno de los escenarios más fantásticos de México.
Dónde quedarse
Hotel Los Aluxes
Calle 60, Núm. 444 por 49, Centro, Mérida.
Tels. 01 (999) 924 2199 y 01 (800) 712 0444.
www.aluxes.com.mx
La naturaleza alzó su escudo como si presagiara una devastación y dotó a la Isla Danzante de una defensa contra las embarcaciones: sus acantilados de hasta 150 metros continúan bajo el Mar de Cortés y hacen que el hombre desista de encallar. La diminuta isla es un templo virgen de leones marinos, 90 especies de peces, así como águilas pescadoras, pelícanos y gaviotas que vuelven en el ocaso luego de un día de pesca.
Podrás acercarte a ellos en el kayak que rentes en el pueblito costero de Puerto Escondido. Desde ahí, si miras hacia el oriente, la isla es apenas un difuso conglomerado de rocas cafés ?a poco más de 4 km? al que nunca atribuirías tanto encanto salvaje. Antiguamente, las tribus pericúes, cochimíes y guaycuras danzaban sobre su arena blanca para que los dioses les regalaran lluvias. De ahí su nombre.
A su conservación contribuye que el turismo, en sus tours por la Bahía de Loreto, prefiere acudir a la vecina y más grande Isla del Carmen.
De apenas 4 kilómetros cuadrados, la Isla Danzante está salpicada por una vegetación semidesértica baja, en la que lo más elevado son los cactus. Silenciosos y prudentes, sus exploradores acampan en estancias cortas para derrochar el día viendo olas, oyendo el canto de los pájaros o caminando en pasajes de piedra hasta las partes más altas, desde ahí son visibles las ballenas (balaenoptera physalus) que transitan la zona.
Cuando la quietud del sur Golfo de California es excesiva, la gente bucea o esnorquelea para mirar bajo esa agua ?que va del celeste al azul marino? la fiesta gloriosa de los peces coloridos que nadan junto a la orilla.
Con el kayak es viable circundar sus siete bahías pasar al costado de un arco de piedra formado sobre el mar, visitar la Playa Fondeadero ?una especie de puerto para quienes llegan y se van de aquí? cuya roca forma un raro pedregal rosáceo, como para que por un instante tu mente despegue e imagine que esto es nada menos que la superficie marciana.
Dónde quedarse
Posada de las Flores
Salvatierra esq. Fco. I. Madero, Centro, Loreto.
Tels. 01 (612) 122 7463 y 01 (613) 135 1162.
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Haz algo simple como poner un pie en la playa Xcalacoco y habitarás, en un mismo instante, varias dimensiones. Comencemos: atrás tuyo, a unos metros, aún existen porciones de selva de la Riviera Maya. Casi intransitable por lo cerrada, su hervidero de vida se manifestará, por ejemplo, cuando se despierten en la madrugada los rugidos de los ocelotes que caminan entre ceibas; o poco después que los aguaceros del verano arranquen el vapor de la tierra húmeda y lo impulsen hacia el océano.
Si tu mirada se dirige ahora hacia el frente, tendrás que entrecerrar los ojos: el Caribe te va a deslumbrar con esa masa de agua de tonos claros en celeste y turquesa que origina una doble paleta: la baja profundidad del océano quintanarroense y la arena blanca del fondo.
La quietud de las aguas -favorecida por el freno que pone al mar abierto la vecina isla de Cozumel- sirve a los remeros locales para sacar sus barcazas y pescar muy cerca de la playa.
Y si quieres probar un poco de lo que sintieron Juan de Grijalva y otros conquistadores al toparse con una civilización desconocida hace cinco siglos, pregunta qué sendero tomar para llegar en una caminata de cinco minutos a las ruinas mayas. Sobre un montículo de tierra, entre maleza virgen, brota una pequeña edificación de clara piedra gris. Las ruinas prehispánicas, aún sin clasificar por el INAH, se ocultan entre enramadas que también cubren un antiguo pozo.
Xcalacoco, “cocos gemelos” en maya, por momentos puede engañarte con la sensación de que has llegado a una playa virgen. Pero muy cerca de la orilla la oferta hotelera domestica en algo a esta región hasta hace poco salvaje. El Viceroy Resort & Spa Riviera Maya busca que sus 41 villas con alberca, patio con techo de palmas secas y ducha en patios al aire libre, armonicen con la cultura de los pequeños pueblos de la zona, como San Antonio o San Martiniano.
Y esa fusión no funciona solo a través de un diseño suave, con madera y tonos claros. En el restaurante La Marea, la chef Jetzabel Rojas lleva a tu mesa platillos con ingredientes locales recién sacados de la tierra o el mar. Espera a que el mero horneado tikin xic cubierto de semilla de achiote viaje a tu boca: entonces el mar que se abre ante ti será aún más sublime.
Dónde quedarse
Viceroy Riviera Maya
Playa Xcalacoco, Frac. 7, Playa del Carmen.
Tels. 01 (984) 877 3000 y 01 (800) 012 3569.
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